"Los ojos de mi madre eran las ventanas de un submarino de esmeralda"
La novela comienza de forma abrupta. En el
primer renglón, un dardo envenenado: "y además era pequeña, gorda y
fea".
¿Qué clase de hijo habla así de su madre?
No es suficiente
explicación el resentimiento, ni
siquiera la incomprensión tan común a los adolescentes cuando analizan a
sus progenitores. Aquí anida un profundo rencor que vemos correr fiero en las
páginas siguientes, envuelto en palabras y frases duras, jugosas, en imágenes
crueles y rompedoras. El lector persigue atónito comprender a su protagonista.
Sólo cuando sabemos que está en tratamiento entendemos la mitad. La otra mitad
que nos queda por entender es ¿por qué?. Y en eso consiste básicamente la trama,
en contarnos cómo Aleksy rememora a instancias de su psiquiatra la pérdida de
su hermana pequeña, la destrucción de su familia, la falta de amor en la
infancia mientras pasa el verano con su madre en el norte de Francia.
Los recuerdos nacen
del dolor y por eso la escritura es lacerante y poética a la vez, si es que
puede haber poesía en el sufrimiento. Dejan huella esos adjetivos extremos,
esas imágenes eficaces como cuchillos... La crueldad de las palabras redunda en
el malestar del lector. La comprensión de lo que sucede lo alivia en parte pero
la dolorosa experiencia del protagonista deja un poso de tristeza que se ve
iluminada por momentos cuando Aleksy deja entrever la bondad que lleva dentro.
Aleksy es un animal
herido que aúlla de dolor, y Tatiana Tibuleac lo ha convertido en el
protagonista de un impactante relato que dejará al lector profundamente
conmovido. Esta novela de larguísimo título fue publicada en 2016 y ha
proporcionado a la autora múltiples premios. La editorial Impedimenta la
publicó en 2021 en una de sus cuidadísimas ediciones y ahí la podéis encontrar para
vuestro disfrute.