viernes, 7 de febrero de 2020

Un caballero en Moscú (A Gentleman in Moscow), de Amor Towles


"Sí, una botella de vino era la destilación última de un tiempo y un lugar; una expresión poética de la individualidad en sí misma"

         He de reconocer que me ha costado un poquito entrar en este mundo antiguo, en este lenguaje pausado, grande, elaborado, perifrástico y extraordinariamente cortés con el que se expresa el protagonista de la novela, el Conde Rostov. Pero una vez que me he instalado en esa atmósfera solemne, aristocrática, nostálgica de un pasado ido para siempre en la que se mueve el Conde debo decir que he pasado muy buenos momentos leyendo esta magníficamente narrada  historia de historias.
         Estamos en 1922. La revolución bolchevique ha triunfado y ha barrido los restos del antiguo régimen, la autocracia zarista,  matando o enviando al exilio a todos aquellos aristócratas que no tuvieron la osadía o la prudencia de hacerlo por sí mismos. El conde Rostov es un caso especial porque estando en París en el momento en que se produjo la revolución vuelve a Moscú, donde lo encontramos al comienzo del libro ante el Comité del pueblo, quien lo salva gracias a un poema crítico escrito en su juventud pero lo condena a permanecer de por vida en el Metropol, el hotel donde se aloja.
         Al principio el libro se demora en las pequeñeces de ese internamiento; con Montaigne nos detenemos en las reflexiones del Conde, luego, a través de sus  recuerdos, sabemos de su aristocrática familia, de la muerte de su querida hermana Helena... parece que nada más va a ocurrir (¡y son 462 páginas!) pero entonces conoce a Nina, una niña de diez años inteligente y valiente con la que recorre los recovecos del hotel gracias a su llave maestra. Son encantadoras las conversaciones que mantiene con ella, como interesantes son las que mantiene con su amigo Misha o con la actriz Ana Urbanova; luego están las que mantiene con  el maître, el barman, el jefe de sala... La figura del Conde es la de un hombre honesto, empático, honorable y educadísimo,  con ninguno de los defectos que tradicionalmente se han atribuido a los de su clase (el orgullo, la soberbia, la prepotencia o el clasismo) y todas las virtudes de un superviviente: el ingenio, la astucia o las dotes de observación.
         Contada en tercera persona por un narrador omniscente aquejado de un elegante e irónico sentido del humor, la novela abarca la historia de Rusia desde la Revolución como ya he dicho hasta los años cincuenta. Los avatares que va a sufrir Rusia en años posteriores no pasan inadvertidos en el hotel. El Conde ve como su antiguo mundo desaparece y es sustituido por uno más nuevo que apenas entiende pero en el que logra sobrevivir gracias a su capacidad de adaptación y sus intrínsecas virtudes, que ya he mencionado antes. Las turbulencias políticas, las purgas, los planes de desarrollo, la nueva sociedad urbana e industrial llega al Metropol de la mano de sus huéspedes. El tercer libro (son cinco en total) comienza en 1930 y encontramos al Conde convertido en jefe de camareros. Los planes quinquenales comienzan a dar sus frutos y Rusia empieza a abrirse al exterior, y para ello necesitan al Conde, no solo de su agudeza y astucia sino también de su cosmopolitismo y conocimiento de idiomas. Pero entonces la historia deja de estar centrada en la persona del conde (su rutina diaria, sus abluciones, sus comidas, sus conversaciones) y se acerca a la de sus compañeros de trabajo y amigos y especialmente se centra en la pequeña Sofía que se convertirá en la catapulta para sacar al conde de su encierro.
         Tengo que decir que en algunos momentos la historia deriva hacia la comedia y aquí me viene a la cabeza Wes Anderson, no por El Gran Hotel Budapest (o quizás sí) sino por la mezcla de lo serio y lo cómico, su manera melancólica de tratar la aflicción y también por sus propuestas disparatadas e inverosímiles pero al mismo tiempo creíbles, que convierten esta lectura en un delicia. No conocía a Amor Towles (bonito nombre) a pesar de que ya había escrito otra exitosa novela, Normas de cortesía (editada también por Salamandra en 2011). Es un escritor con un pasado en el mundo de los negocios, que abandonó tras la burbuja inmobiliaria para dedicarse a su vieja pasión, la escritura. Conoce bien por tanto el lado comercial de este negocio y por eso reconoce haber pasado un año promocionando el libro ("ayudando a encontrarle lectores") aunque eso haya supuesto al menos una entrevista en cada uno de los Estados de la Unión. ¡He aquí un escritor con pleno conocimiento de sus responsabilidades!