No suelo hablar de la vida de un
escritor en mis reseñas porque la mayoría de las veces no es relevante para el
texto, pero en esta ocasión es necesario hacerlo porque la vida y la obra de
esta escritora se entrelazan sutilmente una veces y otras de forma obvia (en
dos historias que yo recuerde ahora mismo la protagonista es una viuda con
cuatro hijos a cargo).
Lucía Berlin nació en Alaska. Su
padre, ingeniero de minas, trasladó con él a toda su familia por yacimientos de
Idaho, KentucKy y Montana (lugares que aparecen en sus relatos). Cuando el
padre se fue a la guerra, ella, su hermana y su madre se trasladaron a El Paso
(Texas) donde asistió a un colegio de monjas en el que ella era la única niña
protestante (experiencia que cuenta en Estrellas y Medallas). A su
vuelta se instalaron en Chile donde pasó a ser una niña americana de clase
media a una señorita de clase alta, lo que se refleja también en sus historias.
Comenzó a escribir después de pasar por la Universidad de Nuevo México y se
casó tres veces, la última con el músico de jazz, Buddy Berlin. Se divorciaron
en 1968 y las dos décadas siguientes las pasó en California haciendo diferentes
trabajos para sobrevivir: profesora, recepcionista, ayudante de enfermería,
limpiadora... Todas estas experiencias, además de su adicción al alcohol y
posteriores desintoxicaciones quedan reflejadas también en sus relatos: La
lavandería de Ángel, Su primera desintoxicación, Step, Strays...cuentan
con una protagonista alcohólica. En Punto de vista estamos ante una
recepcionista, en El Tim ante una profesora de español, en Mi jockey
ante una ayudante de enfermería, en Manual para mujeres de la limpieza,
con una limpiadora... También relata sus viajes a México para visitar a su
hermana enferma de cáncer en la tristísima Espera un minuto. En 1994
consiguió una plaza en la Universidad de Colorado como profesora asociada. Allí
pasó los últimos años de su vida hasta 2001 cuando volvió a California para
estar cerca de sus hijos. Murió en 2004 de cáncer de pulmón.
Uno de sus hijos dijo después
de su muerte algo así como que su madre
escribió historias auténticas, no necesariamente autobiográficas, pero casi. Se
trata de un tipo de narrativa que se llamaría posteriormente auto-ficción, la
narración de la propia vida contada de una forma artística. El mismo hijo
reconocía que los recuerdos de su familia estaban tan reformados, embellecidos
y recreados que muchas veces no sabía lo que realmente ocurrió. La propia
autora reconoció que exageraba, que mezclaba ficción y realidad, pero que no
mentía. Desde luego inventaba cosas, pero también lo es que pensar que pudieron
ocurrir les añade verosimilitud.
Dejando a un lado el contenido de
sus relatos, quiero centrarme ahora en el artificio, en esa fórmula tan
personal que convirtió todo aquello en ficción. hay un finísimo hilo que separa
a la narradora de la protagonista, pero existe, lo hay. Es la narradora la que
usa hermosas metáforas como "Muñoz
descansaba inconsciente, un diminuto dios azteca. Como su ropa era tan complicada
(intenta desnudarlo) era como si
estuviera llevando a cabo un elaborado ritual.... como en Mishima donde se usan tres páginas para quitarle el kimono a
la mujer... Acaricié su hermosa espalda, que se estremecía y brillaba como la
de un potro" cuenta en Mi hockey. Me maravilla su fino oído para
capturar el habla popular; hay muchísimos ejemplos de ello pero digamos que en
el relato que da título al libro se percibe más concentrado ya que aquí la
protagonista usa diferentes autobuses que hacen parada en diferentes barrios
donde las mujeres suben y bajan produciendo una variedad lingüística riquísima.
Asombra también la atención que muestra a los detalles mínimos y cómo
confrontándolos crea imágenes inolvidables. Su habilidad técnica queda
reflejada en pequeñas frases que son joyas: "Las
mujeres de la limpieza roban.... todo lo que yo robo son pastillas para dormir.
las guardo para los días lluviosos" porque en una sola línea nos desvela
el sentido profundo de la historia. La
voz narradora de Lucía Berlín es una voz compasiva y distante a la vez cuando
muestra las debilidades del ser humano; no se alza crítica, no juzga, sólo
muestra lo que ve con una economía del lenguaje que me hace recordar el estilo
de R. Carver.
Disfrutad de estas
historias, leedlas poco a poco, tendréis para vosotros solos durante mucho
tiempo la azarosa vida y la destreza literaria de Lucía Berlin.