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Si existe algo parecido al alma, como mínimo está irreversiblemente enredada en
los detalles microscópicos"
David Eagleman es un reconocido neurocientífico
americano que, más en la estela de Oliver Sacks que del afamado Benjamín Labatut (Un verdor terrible ccyberdark.net ), ha convertido la
ciencia en algo asequible para los que no somos entendidos en la materia. Fruto
de esta habilidad para comunicar contenidos complejos de una manera amena e interesante
nació este libro, que fue publicado por Anagrama allá por 2013 (en 2017
publicaría El cerebro, un éxito aún
mayor).
No sabría decir por qué no leí este
libro en su momento, supongo que por el motivo de siempre, tantos libros
acumulados y tanto por leer, aunque esta vez creo que influyó también el temor
a no poder entenderlo en su complejidad, la Neurociencia es un campo atrayente
sí, pero realmente complejo.
El libro está dividido en siete
capítulos donde explica, muestra, ejemplifica y desarrolla conceptos muy interesantes
como la conciencia, el libre albedrío, la responsabilidad individual, la
percepción de la realidad, el cerebro dividido que toma decisiones... No se
cansa de hacer similitudes o comparaciones (somos como peces en el agua, como
no conocemos otra cosa, es muy difícil que podamos explicarla), hallar ejemplos
que defiendan aquello que dice, citar fuentes y especialistas... La conclusión
es aplastante cuando defiende que nuestra realidad depende de nuestra biología:
nuestra vida interna y nuestras acciones externas están guiadas por cócteles
biológicos que no conocemos directamente.
No defiende sin embargo el
reduccionismo, sino todo lo contrario, defiende que la complejidad de las
interacciones de los genes con el entorno dan lugar a individuos únicos,
completamente originales, con diferentes experiencias vitales, alegrías y
tristezas, conversaciones o experiencias educativas. Una mezcla muy compleja y
que seguirá siéndolo probablemente durante mucho tiempo. Aunque la mente depende
de la integridad de las neuronas, éstas no piensan por sí solas, advierte, el
cerebro mantiene una constante comunicación de ida y vuelta con los sistemas
endocrino e inmunológico. Este sistema nervioso superior es a su vez
inseparable de los entornos químicos que influyen en su desarrollo., incluyendo
la alimentación, los contaminantes en la atmósfera...etc.
¿Cómo definiríamos entonces el yo?
La mejor manera de entenderlo es verlo como la cúspide de una montaña, pero no
es toda la montaña, y añade: aunque se investiga mucho, tardaremos todavía en
entender la relación entre la materia física y la experiencia subjetiva.
Es un libro científico pero a la vez
muy narrativo en el que cuenta relatos de experimentos llevados a cabo y de
sucesos y personajes extremadamente llamativos, como también hacía Oliver
Sacks, esto lo convierte en un libro magnífico, que recomiendo encarecidamente.