viernes, 8 de noviembre de 2019

Mi año de descanso y relajación (My Year of Rest and Relaxation), de Ottesa Moshfegh.




  Dejadme ser una zorra fría, dejadme ser la reina de hielo.

Otessa Moshfegh, esta joven y peculiarísima escritora estadounidense, la afamada autora de Mi nombre era Eileen, (click en Si estás pensando qué leer, deja que te aconseje en este mismo blog)vuelve a ofrecernos aquí el retrato de un personaje femenino nada convencional. La protagonista de esta historia, de la que nunca llegamos a saber su nombre, es una niña pija hermosa y muy inteligente, que vive la frustración que le genera no haber tenido unos padres que la quisieran y la que le produce su incapacidad para convertirse en artista. Esta mujer distante y segada emocionalmente se ve incapaz de continuar con una vida falta de significado y decide hibernar durante un año. Aunque parezca ridículo no lo es tanto si nos atenemos al mundo que la rodea: la superficialidad del arte moderno en el que ella ha querido encontrar sentido a su vida, la imposibilidad de las relaciones personales, ya sea a través de un yuppie inmaduro y vano, Trevor, que la utiliza sexualmente, o de la relación con su única amiga de la universidad, Reva, a la que llegamos   a conocer muy bien gracias a la  clarividencia    (a veces convertida en crueldad) con la que la protagonista la retrata: Reva, alcohólica y acomplejada, tampoco la va a poder salvar de sí misma. Su búsqueda de significado vital se acaba ahí; es entonces cuando se embarca en el experimento que cambiará su vida.
         Hasta  la página cincuenta aproximadamente no aparece el título, y está relacionado con la idea de que el sueño será productivo: "si duermo lo suficiente, me renovaría, renacería". Con esa propuesta en mente inicia un periodo de hibernación a base de tomar todo tipo de hipnóticos, como Valium, Orfidal, Benadryl, Risperdal y una droga inventada, la más potente de todas, Infermiterol, que le produce tres días seguidos de sueño, del que despierta sin recordar absolutamente nada, sin embargo sabe que ha estado activa, algunas cosas lo delatan: un nuevo abrigo, unas fotos en un club, comida Thai en su cocina.... Está convencida que tras ese año renacerá como una persona nueva, sin reproches, serena. La Dr Tuttle es la psiquiatra que la provee de pastillas. Una mujer que es en sí misma la parodia del "loquero loco". Su desparpajo para recetarle todo tipo de drogas está de triste actualidad ahora que el estado de Ohio ha demandado a diferentes farmacéuticas y distribuidores por el escándalo de los opiáceos, que  han provocado primero la adicción y luego la muerte de decenas de personas en los Estados Unidos.
         El libro comienza con una especie de Oda al Sueño, fuente de placer y libertad, puerto seguro ante las miserias de la consciencia. Olvidar la realidad, su realidad, olvidarse de sí misma, de su falta de talento, de una familia que nunca lo fue, de los recuerdos dolorosos, también de su incapacidad para querer, para dolerse de su fracaso personal, para olvidar su capacidad de ver más allá del engaño en el que consigue sobrevivir la mayoría de la gente... Una mirada distante, afilada como cuchillo de carnicero, que me ha hecho revivir el existencialismo más auténtico de los clásico franceses del movimiento.
         Por otro lado, es fácil relacionar el sueño liberador con el suicidio. Otessa Moshfeigh lo hace aquí también y en cierto momento, cuando su personaje empieza a fantasear con las delicias de una muerte rápida e indolora, empezamos a pensar que éste pueda ser el final de la novela. Sí, hay un final aquí para alguien, pero no voy a desvelar para quien. Esta novela es mucho más que eso. La autora de Eileen, sigue siendo un punto y aparte dentro del panorama de la literatura actual. Empezó publicando historias cortas en algunas revistas como hacen la mayoría de los escritores que comienzan, pero sólo ella se atrevió a publicar una historia semiautobiográfica sobre un escritor de renombre que intenta aprovecharse de una jovencísima escritora en ciernes a cambio de sus consejos literarios. En este cuento, publicado por Granta con el título de Jailbait (chica menor de edad), aparecen algunas afirmaciones que la retratan como la novelista que luego sería: "Esa es la clase de escritora que siempre he querido ser, una creadora de problemas "(troublemaker) o  "una tiene que comportarse mal de alguna manera para escribir sobre el combate en una sociedad tan cómoda con la mediocridad más palpable" son toda una declaración de intenciones. Además, y esto es una apreciación personal, he encontrado en su protagonista algunas disquisiciones existenciales comunes a la protagonista de  Mi año de descanso y relajación: "Quería de verdad usar la escritura (la pintura) para alcanzar un ámbito de existencia más alto, lejos de la estupidez que veía en mis compañeros, profesores y padres.. la vida no tendría sentido a menos que mi arte alcanzara una comprensión de quién era yo y qué estaba haciendo aquí". ¿Hay en este libro más de Ottessa de lo que podríamos suponer?