Si estás pensando qué leer, deja que te aconseje



LA CAMPANA DE CRISTAL,
de Sylvia Plath


            La campana de cristal fue la única novela que escribió la poetisa estadounidense Sylvia Plath. Es una novela semi-autobiográfica en la que la escritora cuenta el proceso depresivo que sufre su protagonista, Esther, desde el momento en que gana una competición literaria convocada por una revista de moda (junto con otras doce candidatas)  y es premiada con una estancia en Nueva York hasta su resolución final. Su depresión se agrava cuando vuelve a casa y le comunican que no ha sido seleccionada para asistir a un curso de literatura en la universidad, y contempla el verano en su casa, con su madre, como un auténtico encierro. Después de intentar suicidarse varias veces, finalmente es ingresada en una institución psiquiátrica.
            Siempre se ha visto esta novela como un trasunto de la propia escritora, una mujer brillante que nunca fue feliz. Su relación con su madre (que sentía la enfermedad de su hija como un estigma social y a la que a cambio ella afeaba que no hubiera llorado la muerte de su padre) no era buena. Tampoco lo era su relación con la sociedad que le tocó vivir. No se amoldaba al rol sumiso que ésta le había reservado ni se sentía con fuerzas para enfrentarse a ella y convertirse en la mujer feminista e independiente que le hubiera gustado ser. Se casó con el poeta Ted Hughes, al que no le importaba flirtear con otras mujeres y serle infiel al menos en una ocasión, que se tenga constancia. Lo abandonó y se instaló en Londres con sus dos hijos. Allí, enferma y depresiva, acabó suicidándose con gas en su propia cocina.
            El título de la novela hace referencia a la metáfora que Esther usa para explicar cómo se sentía en el momento en que fue internada, como si una campana de cristal se hubiera cerrado sobre su cabeza. La sensación de encierro, de ahogo, de asfixia que sentía fue algo con lo que tuvo que luchar hasta el final de la novela, que resulta prometedor. Esta novela está maravillosamente escrita, llena de hermosas y perturbadoras metáforas como cuando dice: "Un sol desapasionado y blanco brillaba en la cumbre del cielo. Quería ir directa hacia él hasta hacerme santa y delgada y esencial, como el filo de un cuchillo".

            Es una lástima que su temprana muerte en 1963 cuando contaba solamente  treintaiún años de edad, como consecuencia del posible trastorno bipolar que padecía, nos privara de una voz tan exquisita. Hoy se la recuerda junto con Ann Sexton, que también se suicidó, como una de las figuras más influyentes de la poesía norteamericana.


UN MOMENTO DE DESCANSO,
 de Antonio Orejudo

            El madrileño Antonio Orejudo hizo su debut literario con Fabulosas narraciones por historias en el año 1996 (galardonada con el prenio Tigre Juan) y a partir de ahí ha hecho su carrera literaria escribiendo crítica, novela y ensayo. Actualmente es más conocido por la novela Ventajas de viajar en tren (Alfaguara, 2000. Premio Andalucía de Novela), que fue llevada a la pantalla con gran éxito por Aritz Moreno en 2019.
            Yo había leído Ventajas de viajar en tren y me pareció un libro de una originalidad extraordinaria, mejor que la película, como suele ocurrir, pero ahora quiero recomendaros Un momento de descanso (Tusquets, 2011) porque es una novela llena de humor, muy adecuada para soportar los momentos que estamos viviendo. Orejudo no se priva de nada, usa la ironía, el sarcasmo, la sátira o la parodia para contarnos una historia descabellada que tiene como fondo el mundillo universitario  que el conoce tan bien por haber sido profesor en diversas universidades americanas y en la actualidad en la española. El protagonista es un profesor universitario que, guiado por la desbordante imaginación del escritor, se ve inmerso en una serie de acontecimientos de lo más hilarantes que nos obligan a leer sin parar hasta ver dónde conduce esa locomotora infernal.
            La crítica a la universidad americana se centra en profesores sí, pero también en el status quo imperante, que da por buena cualquier afirmación hecha en defensa del feminismo, la homosexualidad o la raza. La sátira de la universidad española se remonta a los tiempos del franquismo (a cuyo modus operandi se achacan algunos de los problemas de la universidad ahora) pero se centra en los años ochenta, los años en los que él (y la que escribe) fueron estudiantes de Filología Hispánica. Orejudo cuenta cómo entonces se produjo el cambio, se pasó de estudiar una carrera de gran prestigio (los alumnos eran estudiantes realmente interesados en el mundo de las letras)  a una que era fuente de frustración que llevaba irremisiblemente al paro. "Teníamos entonces la sensación compartida de que nos habíamos equivocado de que habíamos amasado unos estudios inútiles unos estudios inútiles sin contacto con ese nuevo mundo... (p112)"
            La sátira ha sido utilizada a menudo para criticar a la sociedad, una manera de mostrar sus errores, sus infamias, sus debilidades.... Antonio Orejudo no deja escapar aquí la ocasión de mostrar su desencanto, pero lo hace desde el distanciamiento que esta figura literaria necesita; su desencanto con los estudios de Humanidades es el trasfondo que asoma tras la  carcajada.


LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO,
 de Mariana Enríquez

         Mariana Enríquez se hizo famosa en España con la colección de cuentos Los peligros de fumar en la cama (Anagrama, 2009). Actualmente, en 2019,  su maestría contando historias ha sido reconocida con el reciente premio Herralde de Novela para la extensa Nuestra parte de noche. Como os prometí, voy a aconsejaros un libro de esta autora: Las cosas que perdimos en el fuego, publicado por Anagrama en 2016.
         La portada del libro viene ilustrada con un cuadro de Alexandra Waliszewska, que, observado atentamente, podría ser un indicio del mundo en el que nos vamos a adentrar: el monstruo con apariencia de mujer que se cepilla el pelo parsimoniosamente mientras mira directamente al lector es tan inquietante al menos como cualquiera de los cuentos de esta impactante escritora.
         Las cosas que perdimos en el fuego es también el título de la última historia. Si hubiera que clarificar qué cosas fueron esas, habría que aludir a la razón entre otras muchas. Puesto que, en efecto, lo irracional es el hilo que guía todas las tramas, bien en estado puro (La Hostería, La casa de Adela o La tela de araña) bien transiendo de terror lo cotidiano (Pablito clavó un clavito, Los años intoxicados o El chico sucio). Bajo el agua negra tiene reminiscencias del terror gótico más puro y Las cosas que perdimos en el fuego del feminismo más radical.
         El siguiente elemento estructurador del libro es algo llamativo por la falta de costumbre, y es que una mujer o un grupo de mujeres sean las protagonistas: adolescentes, jóvenes y adultas protagonizan historias de rebeldía femenina contra padres, maridos o la sociedad en general, historias de acoso, abuso psicológico, paternalismo, incomprensión, violencia... en atmósferas mórbidas y asfixiantes que desde el principio no auguran nada nuevo. Hay pocos hombres, algunos maridos... y en general no salen muy bien parados.
         El tercer elemento podría ser su país. La sociedad argentina, Buenos aires, el espacio físico y tangible, en lo que tiene de más delirante sucio y abyecto, es el escenario en el que se desarrollan estas historias pavorosas magistralmente contadas por una Mariana Enríquez en estado de gracia.
Si sentís curiosidad, el inclasificable Morgen os contará muchas más cosas en https://universodepocos.blogspot.com/2017/05/las-cosas-que-perdimos-en-el-fuego-de.html


    SIEMPRE HEMOS VIVIDO EN EL CASTILLO, 
   de Shirley Jackson

   Aunque la escribió al final de su vida (o precisamente por ello), esta novela ha sido reconocida siempre como la mejor de la autora.
La inolvidable protagonista de la historia es Merricat (Mary Katherine), que vive con su hermana, la hermosa Constanza, en la vieja mansión de la familia, que se proyecta orgullosa desde la altura sobre los lugareños y sus humildes hogares. Con ellas vive el tío Julián, que asombrosamente sobrevivió al envenenamiento de la familia unos años atrás. Las circunstancias de tal suceso tan solo se aclaran al final, mientras tanto somos informados vicariamente por la murmuración y la burla de los habitantes del lugar. 
Solo Merricat va al pueblo. A comprar comida y a cambiar libros a la biblioteca, y es en estas ocasiones cuando oye las rimas acerca de la implicación en el horrendo crimen:
“Merricat, dijo Connie, te gustaría una taza de té?
Oh no!, dijo Merricat, Me envenenarás.
“Merricat, dijo Connie, te gustaría irte a dormir?
Abajo en el jardín, a diez metros de profundidad.”

    Merricat es un extraño personaje. Tiene 18 años pero todavía conserva la inocencia infantil de creer en la vida de los objetos y de vivir en el presente. Cuando siente amenazado el equilibrio en el que viven con la llegada de su primo Charles, que intentará sacar a Constanza de esa enajenación, rodea primero la propiedad con objetos-fetiche para que no pueda entrar, y lleva a cabo una serie de actos (brujería? Imaginación infantil?) para alejarlo que terminan con el incendio de la casa. Los vecinos, en vez de ayudar a apagarlo, contribuyen a la desolación lanzando piedras a la casa y regodeándose en su destrucción.
No voy a contar más, lo dejo aquí. Pero quería llegar a este punto para conectar de nuevo este libro con la historia de su vida, la de la autora, la de la personalísima Shirley Jackson. Aquí también, como en La maldición de Hill House, hay una casa que destruir y unos lugareños que le dan la espalda. Como ya os conté en la reseña, su experiencia vital está muy conectada a su escritura y en este caso, al final de su vida padecía una aguda agorafobia que la impedía salir de su habitación. Imaginémosla allí encerrada, fumando sin parar, rodeada de desorden e incluso estulticia, comiendo sin parar cosas que fomentaban su obesidad… y escribiendo esta magistral historia, donde la protagonista no sale de su casa y desdeña la sociedad que murmura y la desprecia.
     No hay nada sobrenatural en el libro, pero la impresión al leerlo es la contraria.  Hay coches, deberíamos estar en un tiempo reciente pero la atmósfera es tal que nos lleva a pensar que nos hallamos en el siglo diecinueve. Tal es la maestría de la autora que al final de la lectura acabamos maravillados ante el camino que ha tomado nuestra imaginación con tan solo algunos hábiles detalles y las magníficas descripciones que ya nos había ofrecido en La maldición de Hill House. 
¡Un regalo magnífico para estas Navidades!


MI NOMBRE ERA EILEEN, de Ottessa Moshfegh


         Tengo que recomendaros a esta escritora. Si queréis leer algo diferente, aventuraos con cualquiera de sus libros. Yo la conocí con este libro, Eileen (Vintage Random House 1916), pero es autora de otros libros como Homesick for Another World de 2017 o My Year of Rest and Relaxation de 2018 que también han sido traducidos al español. Ya la revista Granta en español (nº8) la había dado a conocer con un pequeño relato, Brom, que es toda una hipérbole de la visión literaria que  la escritora va a desplegar en su mundo creativo, una visión absurda de la realidad, de un existencialismo no exento de humor, una visión cruda y violenta, fea y cruel, todo ello envuelto en una prosa firme y resoluta, acerada, con momentos de auténtica belleza y extrema sensibilidad. Una prosa cautivadora alineada con un magnífico uso del tempo narrativo y el suspense que te impedirá moverte del sillón durante algunas horas.
         En una entrevista para The Guardian en 2016, poco después de que fuera publicada, su autora, Otessa Moshfegh, reconoce que escribió una novela convencional porque estaba sin un duro. Después de leerla, me tuve que preguntar qué significado le atribuía  ella a dicho adjetivo, porque esta novela es de todo menos convencional. Lo que le ocurrió a la joven Eileen, allá por los años 60 cuando vivía en un pueblo de New England, contada por ella misma cuando ronda los setenta es una historia francamente anormal, no sólo por lo que cuenta sino por el extraño personaje que lo protagoniza.
         Eileen es joven, pero no es guapa, es más, es fea y maloliente, y además es desgraciada y está enfadada todo el tiempo, como ella misma confiesa. Y no es para menos. Vive con un padre alcohólico, un ex-policía que guarda una pistola en casa, que la trata de una forma servil, y malgasta sus días en un trabajo absurdo en el correccional del pueblo. Su único aliciente es un deseo ardiente por el atractivo guarda del penal primero y luego la admiración que siente por la hermosa Rebecca, una atracción que la llevará a protagonizar una historia espeluznante.
         Pero esto no lo sabemos hasta haber leído unas cuantas páginas del libro. Al final del primer capítulo todo lo que sabemos es que "en una semana se escaparía de casa y nunca volvería. Esta es la historia de cómo desaparecí". Después nos adentramos en una atmósfera agobiante, ominosa, donde la mediocridad y la maldad son los protagonistas en el infame pueblo donde le ha tocado vivir, y lo hacemos de la mano de Eileen, una mujer inquietante, dolorosamente inadaptada, cruelmente retratada por sí misma, con una dureza extrema, un personaje que disfruta aborreciendo y aborreciéndose, una mujer que va a escapar, que va a liberarse cueste lo que cueste. Es, en definitiva, un personaje inolvidable. ¡Conocedla!


 THE HANDMAID´S TALE, de Margaret Atwood.


          Este olvidado libro de Margaret Atwood (es de 1985) ha vuelto a salir a la luz gracias a la serie del mismo nombre que ha estrenado HBO. Como casi todo el mundo sabe es una distopía  sobre una sociedad futura totalitaria regida por hombres, donde las mujeres son sólo un medio para la procreación. Estamos en USA, en una sociedad cristiana fundamentalista terriblemente jerarquizada. Arriba están los comandantes, luego las Tías, que controlan el espacio femenino, luego las Marthas, y finalmente las Criadas cuya misión es procrear para las familias de aquellos comandantes que sean infértiles en una terrible ceremonia tan humillante para la Criada como para la esposa (la criada es penetrada por el comandante mientras descansa entre las piernas de su esposa).
      Como casi todo el mundo ha visto la serie, quiero destacar algunas diferencias entre ésta y el libro.
      En primer lugar, en el libro nunca sabemos el nombre de la protagonista. Con su nuevo alias, Defred (indica a quien pertenece), la autora parece querer convertirla en un personaje aún más anónimo si cabe. El libro está escrito en primera persona, con lo que sólo sabemos lo que ocurre a través de ella, y lo que ha ocurrido a través de sus recuerdos, que se introducen como flashbacks a lo largo de la novela. De este modo sólo conocemos a Luke, su marido, o a su madre a través de ella. Moira y Luke son blancos en el libro, pues también es una sociedad racista y los que no lo son también han sido expulsados a las Colonias. Por otro lado, en el libro no se contempla la homosexualidad, por eso Emily tiene un papel menor. También lo tiene Janine, que deja de ser la razón aparente por la que se llevan a Defred al final del libro. La cronología también es diferente. En la serie pronto conocemos el horror en el que viven las mujeres, la Ceremonia no aparece en el libro hasta mucho más adelante. Finalmente también es de destacar cómo June evoluciona en la serie hasta convertirse en una mujer comprometida con la lucha. En el libro esto no se ve. Es mucho más pasiva, aunque no deja de recordar a su madre, una activista en defensa de los derechos de las mujeres y la advertencia a su hija de que siempre hay que estar luchando, cuando ésta le recriminaba que estuviera siempre ausente.
           Esta ha sido mi primera recomendación porque ya se ha publicado la continuación de la novela, Los testamentos, en Salamandra, y estoy segura de que muchos vais a querer leerla. Es importante distinguir ambas, la serie y el libro, para no llamarse a engaño. Pronto tendréis la oportunidad de leer su reseña en este mismo blog. ¡Hasta entonces!












































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