martes, 8 de diciembre de 2020

Contemplaciones (Intimations), de Zadie Smith

 


"Hablar con uno mismo puede ser útil. Y escribir significa que te escuchen"

            Contemplaciones es una colección de seis pequeños ensayos (alguno sólo consta de un par de páginas) escritos antes y durante la pandemia, en Londres y en Nueva York, donde la autora enseña en la Universidad. En estas sencillas páginas  Zadie Smith reflexiona sobre sí misma y sobre los demás en un periodo de nuestra existencia del que con toda seguridad no saldremos indemnes. No hablo sólo de las secuelas físicas de aquellos desafortunados que hayan podido contagiarse sino de las secuelas psicológicas, no tan obvias pero no por eso menos relevantes.

            La escritora reflexiona en primer lugar sobre sí misma. Esta sobresaliente ensayista (tenéis que leer Feel Free, donde la crítica cultural brilla con más fuerza, reseñado también en este blog), que ha convertido la duda en el pedestal sobre el que construir sus magníficas intuiciones, indaga en Peonías sobre la escritura. El acto de escribir es un acto de resistencia a la vida real, dice,  un esfuerzo por controlar lo que sucede: es algo a lo que el escritor debe someterse para crear ese engañoso molde en el que presentar la ficción. Luego, en Algo que hacer, se pregunta si la vida no es sino una forma de llenar el tiempo, algo que los escritores hacen escribiendo. Sigue indagando en su experiencia personal cuando confiesa lo que significó y significa ser mujer y reconoce lo biológico y lo social como elementos que se complementan en su instancia vital. Reconoce  la curiosidad que le despierta la gente y fruto de ella son sus impresiones sobre las personas que la rodean: el hombre de manos fuertes al que acude a recibir masajes o el que se desplaza en silla de ruedas haciendo oír su versión de la pandemia.

            El penúltimo ensayo es el más largo y el de mayor crudeza desde mi punto de vista. Termina con una postdata (El desprecio como virus) donde una mirada profunda se funde con su imaginación para crear un paralelismo entre el COVID y el virus del racismo. La historia de George Floyd, que encontró la muerte bajo la rodilla de un policía, corre paralela a la del virus y pone al descubierto la enfermedad subyacente. El racismo es un virus que infecta iglesias, escuelas, anuncios, películas, libros.... Se extiende por el cuerpo hasta enfermarlo, es por tanto una enfermedad estructural cuyo DNA es la pobreza. Su falta de esperanza en que las cosas vayan a cambiar es lo que más me alarmó porque ¿qué nos queda si no es la fe?.

            De nuevo os animo a leer este sencillo librito, que os permitirá reflexionar con la autora sobre cuestiones de índole cotidiana y otras que no lo son tanto. Los beneficios de su venta, por cierto, irán a parar a una institución que lucha contra las secuelas del covid.


lunes, 7 de diciembre de 2020

Adiós, hasta mañana (So Long, See You Tomorrow), de W. Maxwell


 "Otros niños pudieron soportarlo, lo han soportado. Mi hermano mayor lo logró, no sé cómo. Yo no pude."

                So long, See you Tomorrow fue publicada originalmente en dos partes en 1979, en The New Yorker, donde Maxwell fue editor literario durante cuarenta años. Enseguida fue un éxito y al año siguiente, ya como libro, la novela fue seleccionada para el Pulitzer Prize, para luego ganar el National Book Award en 1982. En 2016 fue incluido en la lista de los mejores libros de los últimos 75 años.

            La historia ocurre en los años 20 en Lincoln, Illinois, la ciudad donde nació y a la que tantas veces habrá de volver en su recorrido literario. Está contada por un hombre mayor que recuerda un triste acontecimiento de su pasado esperando así deshacerse del sentimiento de culpa que no lo ha abandonado desde entonces. La madre del narrador, como la del autor, muere durante la epidemia de gripe española que asoló  el mundo occidental a comienzos del siglo XIX, una muerte de la que nunca se recuperará. Él mezcla su historia con la de su amigo Cletus, que sufre un drama casi mayor, su padre asesina al hombre, hasta ahora amigo y buen vecino, que le ha arrebatado a su esposa. El divorcio de sus padres y la posterior muerte de Wilson, el vecino, dejará una profunda huella en Cletus. Este drama y la vergüenza del narrador al encontrar a su antiguo amigo años más tarde en un instituto de Chicago, y no hacer ademán de reconocerlo le perseguirá hasta que no le quede más remedio que escribir una historia que le absuelva de su culpa.

            Habiendo leído ya varios libros de William Maxwell, es evidente que, dejando a un lado los aspectos biográficos, lo que tienen en común es una prosa de estilo poético que se basa en la minuciosidad y percepción de los sentimientos más íntimos, que disecciona con gran habilidad y delicadeza. Es como si no quisiera tocarlos con la mano llena, solamente con las punta de los dedos escoge aquellas emociones que le son particularmente propias: una aflicción, un momento de alegría o de reconocimiento, una felicidad momentánea, una comprensión inoportuna o inesperada.... y lo analiza en pocas palabras con una exactitud que desasosiega. Tal conocimiento del alma adolescente no es propio de tantos escritores... Aquí, como en Vinieron como golondrinas o en La hoja plegada (Libros del Asteroide), su interés se centra en el mundo infantil y adolescente, pero ya cuando este hermoso tiempo va desapareciendo. El drama obliga a Cletus a abandonar este territorio de la inocencia (la gran pradera americana) e instalarse en la gran ciudad de Chicago, que deviene conocimiento y por tanto la percepción de ese lado oscuro inherente al ser humano; una oposición que es un clásico dentro de la literatura clásica norteamericana desde Rip Van Winkle.  La muerte de la madre del narrador (la del padre en el caso de Cletus) y el desalojo de sus respectivas casas significa la pérdida de la protección paternal y después,  con el traslado a Chicago, la entrada definitiva en el mundo adulto. Estamos, por tanto, ante una novela de crecimiento.

            Si Lincoln es el hábitat del narrador, la pradera es el de Cletus, y es aquí donde hallamos otro ámbito  donde el estilo poético de W. Maxwell se despliega con descripciones de gran maestría técnica y símiles lúcidos y acertadísimos:

 "De día el cielo es un cuenco invertido sobre la pradera. Si la noche es clara, a veces aparece espolvoreado de estrellas".

            La pradera americana, ese lugar que llenó la imaginación de los primeros colonos es aquí el paisaje físico y psicológico de los personajes; con su desnudez y austeridad ese inmenso horizonte en los que se pierde la vista es también el referente para el narrador de un pasado que se fue, pero que todavía persiste en la lejanía.