miércoles, 18 de diciembre de 2019

La maldición de Hill House, de Shirley Jackson


 "El viaje termina cuando los amantes se encuentran" W.Shakespeare

Durante algún tiempo consideré que mi primer contacto con esta autora había sido a través de la magnífica Siempre hemos vivido en el castillo (pincha en Si estás pensando qué leer, deja que te aconseje, en este mismo blog), que la editorial Minúscula recuperó en 2012 para los lectores españoles. Sin embargo, yo ya había leído un cuento suyo, La lotería, unos años antes, en una recopilación de sus cuentos editada también por Minúscula. Tardé en conectar ambos datos y aún más en interesarme por esta mujer tan especial. Ha sido tras La maldición de Hill House cuando he empezado a indagar acerca de ella. ¿Quién fue esta mujer nacida en San Francisco en 1916 y muerta a los 49 de un ictus en 1965?
Después de una década publicando historias cortas en diferentes revistas, se hizo famosa a la edad de 31 años cuando The New Yorker Magazine le publicó La lotería, un cuento que tiene como protagonistas a los habitantes de una remota aldea que todos los veranos llevan a cabo un macabro ritual, y que se convirtió entonces en un acontecimiento literario.
Shirley Jackson siempre había mostrado interés por la brujería, los encantamientos y demás,  y al respecto dejó claro en una ocasión que “el que abre la puerta a los demonios, tiene que estar dispuesto a tratar con ellos”. ¿Demonios? En ninguna de sus historias o novelas aparecen demonios, ni siquiera brujas. Por supuesto no lo decía en un sentido literal. Los demonios en su literatura pueden ser personales y psicológicos como en La maldición de Hill House o psicológicos y sociales como en Siempre hemos vivido en el castillo.
Para intentar explicar qué sucede en la novela que nos ocupa, tengo primero que hablar de su psicología personal. Por supuesto aquí, todos aquellos partidarios de la crítica inmanente pondrán los ojos en blanco mirando al cielo, y los que crean conmigo (y con J, María Castellet que "el lector es un activo creador de la obra literaria", -La hora del lector, 1957-) y que por tanto el sentido de la obra está sujeto a la interpretación del lector, no podrá dejar de leerla a la luz de lo que sabemos acerca de esta singular mujer.

Shirley Jackson fue una mujer perseguida por sus demonios personales: una madre que la criticaba y juzgaba continuamente por su aspecto físico sobre todo (tomaba barbitúricos, fumaba muchísimo y se medicaba contra la depresión, llegó a estar obesa realmente), un marido abusivo que la maltrataba psicológicamente (y la embutía de comida como se hace con un ganso, según contó su representante), envidioso del éxito literario que no tenía él, una sociedad (la de los años 50, que describe tan bien Michael Cunnigham en Las horas o Sylvia Plath en La campana de cristal) que la forzaba a asumir un rol de madre y esposa subsumiendo su identidad en la de su marido.
Ella misma comentaba “escribía sobre neurosis y miedo, y creo que todos mis libros, unidos uno tras otro, serían un documento sobre la ansiedad”. La ansiedad, el miedo, la represión, la frustración personal y familiar… da lugar a la rabia, la depresión, la locura y el conflicto psíquico que anida en sus personajes.
En La maldición de Hill House, la protagonista, Eleonor, tras la muerte de una madre largamente enferma a cuyo cuidado dedicó los mejores años de sus vida, se une a Theodora, otra mujer que como ella tiene poderes paranormales, y a Luke, el sobrino de la dueña, para acudir tras la llamada del doctor Montague a Hill House y descubrir así el secreto que oculta la casa maldita. Aquí sucedieron extraños sucesos en el pasado, de los que los vecinos del pueblo no quieren hablar, la muerte en trágicas circunstancias de su heredera... Esta extraña casa es realmente con Eleonor, la protagonista de la historia. Los nuevos inquilinos son conscientes del poder de la casa: “prométame que si siente que la casa empieza a atraparla, se marchará tan rápido como pueda” le dice el doctor Montague a Leonor. Ella siente que la casa le habla, la entiende cuando los demás la rechazan, una vez más en su vida. Su identificación con la casa llega a ser fatal: “si me pusiera del lado de Hill House, y contra ustedes, me imagino que me echarían”. Eleonor, en su fragilidad, es motivo de preocupación para los demás, y los acontecimientos que la rodean están sujetos a interpretación (no, no voy a desvelar el misterio). Pero quizás unas palabras suyas sirvan para aclararlo: “Pero yo siempre tengo miedo a estar sola” dice Eleonor “yo soy el único yo que existe, detesto ver cómo me disuelvo y me escurro, y me disgrego”. Un terror que también comparte con Roderick, el protagonista de La caída de la casa Usher, de E.A. Poe, la destrucción de la mente simbolizada también en la destrucción de la casa.
Mientras que la mayoría de la crítica sí ha visto la relación con el terror psicológico de Otra vuelta de tuerca, de Henry James, no muchos han visto aquí la conexión con la condenada casa de Usher. Tanto Eleanor como Roderick se ven perseguidos por su propio miedo, escenificando un desvarío progresivo que acaba con la desposesión de su propio ser, destruídos psíquicamente (y físicamente en el caso de Roderick) hasta alcanzar su propio acabamiento.

 La maldición de Hill House ha sido llevada al cine (La guarida, 1999, con Lili Taylor como Eleanor y Catherin Zeta-Jones como Theodora) y en 2018 a la TV con la exitosa serie de Netflix, mucho menos fiel aún al libro.


 Finalizo ya  mencionando la recopilación de sus cuentos que han llevado a cabo sus hijos y que Minúscula publicó bajo el título Deja que te cuente en 2016. Buenas historias, pero ya lejos del terror psicológico que la ha hecho ocupar un espacio propio en la historia de las literatura gótica norteamericana.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Amor, de Hanne Orstavik



"Muy muy lejos hay un lago, En el lago hay una isla, En la isla hay una iglesia, en la iglesia hay un pozo..."

            Amor es una novela estremecedora e inquietante, desoladora y terrorífica. He sentido miedo desde el principio, por Vibeke, por su hijo Jon, que está a punto de cumplir nueve años. Desde el principio percibimos que aún compartiendo la misma casa, aún teniendo una relación de sangre, apenas hay comunicación entre ellos: se miran, se observan, comentan lo imprescindible pero vemos que sus vidas se desenvuelven paralelamente durante las pocas horas que pasamos con ellos (desde media tarde hasta la madrugada). Solamente en la fe del niño en su madre (que se repite como un mantra bajo una idea fija, el pastel que ella le va a preparar para celebrar su cumpleaños al día siguiente) hayamos indicios del vínculo natural que debiera unirlos.
         Son ciento sesenta páginas (edición de Duomo) de una prosa sencilla y minimalista, pero que deja imágenes perturbadoras y recuerdos imborrables de una gélida noche de enero en algún pueblo minúsculo del norte de Noruega. Mientras nos cuenta las odiseas de Jon y Vibeke,  Hanne Orstavik enciende en el corazón de sus lectores una llama de amor hacia sus personajes, aislados, desvalidos en su soledad, impotentes para conectar, una llama que se hace cenizas ante el asombro, o tal vez la indignación; es fácil llegar al final y culparla, pero si lo hacemos es que hemos olvidado todo lo que Hanne nos ha contado de ella anteriormente. En cuanto al niño.... En una entrevista a la autora el periodista le pregunta qué es el amor y ella contesta que todavía no sabe en qué consiste, pero el amor incondicional del niño hacia su madre es sin duda lo más cercano a una respuesta que pueda darse.
         Después de hablaros de este pequeño pero inmenso libro, quiero contar a los que no la conozcáis que Anne Orstavik es una de las autoras más admiradas de la literatura noruega, ha recibido varios premios a lo largo de su carrera, entre los que destaca el Brageprisen, la distinción literaria más importante de su país. Traducida a más de veinte idiomas, Amor (1997) la encumbró como una de las mejores novelistas de la literatura noruega actual.
¡No dejéis de leerlo!

Homesick for Another World, de Ottessa Moshfegh


      "La chicas curiosas consiguen lo que se merecen."

            No pensaba reseñar este libro de historias cortas porque no se ha editado todavía sin embargo, y a la espera de que lo hagan pronto, me gustaría compartir con vosotros alguna de mis impresiones tras leerlo. Hay varios hilos comunes al conjunto de historias que conforman este libro, pero el que quiero resaltar en primer lugar es el recorrido geográfico que hace Ottessa Moshfegh de Este (El chico de la playa en Nueva York) a Oeste (Nunca ocurre nada aquí en Los Ángeles) de los Estados Unidos para situar sus historias en un paisaje físico que abarque al conjunto de la sociedad americana. La autora esboza lo que parece ser un retrato del carácter nacional: adolescentes, jóvenes y adultos, mujeres y hombres, las razas mayoritarias que pueden habitar este multiétnico país... desfilan por este libro como protagonistas de historias humanas, fracasos vitales la mayoría de ellas, que Moshfegh retrata sin intervenir, con una distancia y dureza sólo menguada por chispazos de humor intermitentes.
         Sin embargo, como ocurre en Eileen, lo más interesante de sus historias son sus protagonistas. A lo largo del libro nos encontramos que la mayoría de ellos son personajes maltratados por la vida, al margen (o casi al margen) de la sociedad, fluyendo en el adverso entorno que les ha tocado vivir, arrastrados por los acontecimientos,,,, La autora los retrata con un realismo sucio, con la mirada oblicua y el humor negro a los que ya nos tiene acostumbrados, pero no por eso resulta más ineficaz. Volvemos a sorprendernos con su habilidad para el retrato psicológico en tan sólo unos breves apuntes rematados por algún acontecimiento revelador. Y en este sentido, hay que rendirse ante su imaginación.
         La protagonista de  Los raros  soporta a un novio paranoico del que se ve incapaz de escapar. Esta falta de voluntad, de brújula vital, se observa también en el protagonista de Malibú  o en la profesora de Slumming, que pasa sus veranos drogada en un pueblo desolado, en una casa destartalada, en medio de un vecindario marginal. En Mejorándome a mí misma, la protagonista, una mujer alcohólica que se gana la vida dando clase a niños ucranianos en un colegio religioso, intenta, en un acto  de rebelión, luchar contra la desidia y el abandono de sí misma, sólo para sucumbir páginas después al menor contratiempo. Si Moshfegh guarda algún cariño por sus personajes, solamente la protagonista de La sustituta parece haberse beneficiado de ello. La historia que cierra el libro, Un lugar mejor, es un electrizante cuento de terror protagonizado por dos gemelos que se han creado su propio mundo, con sus propias respuestas... digamos que uno de ellos se llama Waldemar.
         Una vez más vuelvo a recomendaros a esta increíble escritora, esta vez lo será para que conozcáis su gran habilidad para construir no sólo personajes impactantes sino también para dominar el difícil arte de la historia corta.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Mi año de descanso y relajación (My Year of Rest and Relaxation), de Ottesa Moshfegh.




  Dejadme ser una zorra fría, dejadme ser la reina de hielo.

Otessa Moshfegh, esta joven y peculiarísima escritora estadounidense, la afamada autora de Mi nombre era Eileen, (click en Si estás pensando qué leer, deja que te aconseje en este mismo blog)vuelve a ofrecernos aquí el retrato de un personaje femenino nada convencional. La protagonista de esta historia, de la que nunca llegamos a saber su nombre, es una niña pija hermosa y muy inteligente, que vive la frustración que le genera no haber tenido unos padres que la quisieran y la que le produce su incapacidad para convertirse en artista. Esta mujer distante y segada emocionalmente se ve incapaz de continuar con una vida falta de significado y decide hibernar durante un año. Aunque parezca ridículo no lo es tanto si nos atenemos al mundo que la rodea: la superficialidad del arte moderno en el que ella ha querido encontrar sentido a su vida, la imposibilidad de las relaciones personales, ya sea a través de un yuppie inmaduro y vano, Trevor, que la utiliza sexualmente, o de la relación con su única amiga de la universidad, Reva, a la que llegamos   a conocer muy bien gracias a la  clarividencia    (a veces convertida en crueldad) con la que la protagonista la retrata: Reva, alcohólica y acomplejada, tampoco la va a poder salvar de sí misma. Su búsqueda de significado vital se acaba ahí; es entonces cuando se embarca en el experimento que cambiará su vida.
         Hasta  la página cincuenta aproximadamente no aparece el título, y está relacionado con la idea de que el sueño será productivo: "si duermo lo suficiente, me renovaría, renacería". Con esa propuesta en mente inicia un periodo de hibernación a base de tomar todo tipo de hipnóticos, como Valium, Orfidal, Benadryl, Risperdal y una droga inventada, la más potente de todas, Infermiterol, que le produce tres días seguidos de sueño, del que despierta sin recordar absolutamente nada, sin embargo sabe que ha estado activa, algunas cosas lo delatan: un nuevo abrigo, unas fotos en un club, comida Thai en su cocina.... Está convencida que tras ese año renacerá como una persona nueva, sin reproches, serena. La Dr Tuttle es la psiquiatra que la provee de pastillas. Una mujer que es en sí misma la parodia del "loquero loco". Su desparpajo para recetarle todo tipo de drogas está de triste actualidad ahora que el estado de Ohio ha demandado a diferentes farmacéuticas y distribuidores por el escándalo de los opiáceos, que  han provocado primero la adicción y luego la muerte de decenas de personas en los Estados Unidos.
         El libro comienza con una especie de Oda al Sueño, fuente de placer y libertad, puerto seguro ante las miserias de la consciencia. Olvidar la realidad, su realidad, olvidarse de sí misma, de su falta de talento, de una familia que nunca lo fue, de los recuerdos dolorosos, también de su incapacidad para querer, para dolerse de su fracaso personal, para olvidar su capacidad de ver más allá del engaño en el que consigue sobrevivir la mayoría de la gente... Una mirada distante, afilada como cuchillo de carnicero, que me ha hecho revivir el existencialismo más auténtico de los clásico franceses del movimiento.
         Por otro lado, es fácil relacionar el sueño liberador con el suicidio. Otessa Moshfeigh lo hace aquí también y en cierto momento, cuando su personaje empieza a fantasear con las delicias de una muerte rápida e indolora, empezamos a pensar que éste pueda ser el final de la novela. Sí, hay un final aquí para alguien, pero no voy a desvelar para quien. Esta novela es mucho más que eso. La autora de Eileen, sigue siendo un punto y aparte dentro del panorama de la literatura actual. Empezó publicando historias cortas en algunas revistas como hacen la mayoría de los escritores que comienzan, pero sólo ella se atrevió a publicar una historia semiautobiográfica sobre un escritor de renombre que intenta aprovecharse de una jovencísima escritora en ciernes a cambio de sus consejos literarios. En este cuento, publicado por Granta con el título de Jailbait (chica menor de edad), aparecen algunas afirmaciones que la retratan como la novelista que luego sería: "Esa es la clase de escritora que siempre he querido ser, una creadora de problemas "(troublemaker) o  "una tiene que comportarse mal de alguna manera para escribir sobre el combate en una sociedad tan cómoda con la mediocridad más palpable" son toda una declaración de intenciones. Además, y esto es una apreciación personal, he encontrado en su protagonista algunas disquisiciones existenciales comunes a la protagonista de  Mi año de descanso y relajación: "Quería de verdad usar la escritura (la pintura) para alcanzar un ámbito de existencia más alto, lejos de la estupidez que veía en mis compañeros, profesores y padres.. la vida no tendría sentido a menos que mi arte alcanzara una comprensión de quién era yo y qué estaba haciendo aquí". ¿Hay en este libro más de Ottessa de lo que podríamos suponer?

martes, 29 de octubre de 2019

Los asquerosos, de Santiago Lorenzo


          
"las circunstancias y un destornillador lo llevaron allí"

            Podríamos decir de Santiago Lorenzo que es alguien que ha estado siempre relacionado con la difícil tarea de contar historias. Primero a través del cine como guionista, director y productor y en los últimos años ya como escritor de novela. Los asquerosos es mi primera toma de contacto con este audaz escritor que ha roto todos los moldes con una escritura antigua y moderna a la vez que le ha granjeado el éxito a nivel nacional: más de 25.000 libros vendidos y ya va por la séptima edición, lo cual, teniendo en cuenta que lo edita Blackie Books, una editorial independiente, es mucho decir.
         La historia en sí no es lo más importante. Manuel, un joven inteligente y preparado aunque con dificultades para relacionarse socialmente, lucha por abrirse camino en el Madrid de los trabajos mal pagados y los alquileres imposibles. Por desgracia un día mata accidentalmente a un policía antidisturbios y tiene que exiliarse de la ciudad al campo, concretamente a Zarzahuriel, epítome de los pueblos abandonados de la España vaciada. Allí descubre la felicidad viviendo en la máxima austeridad. Esta ansiada soledad se ve rota por la llegada de los "mochufos", una familia de clase media gritona, consumista e ignorante  a los que tiene que echar para poder seguir disfrutando de su exilio.
         No estamos aquí ante el tema de menosprecio de corte y alabanza de aldea, no estamos ante un Robinson Crusoe moderno  porque nuestro Manuel no quiere que lo encuentren, sino ante la búsqueda de una nueva forma de relacionarse con el mundo. Lorenzo insiste en preguntarse por qué en la Edad Media la gente buscaba la soledad (ermitaños, monjes cartujos...) y en nuestra sociedad moderna no podemos estar solos ni un momento. Esta búsqueda de Manuel, y la aceptación de esta nueva relación con el mundo constituye el eje de la novela.
         Hay mucha ironía y mucho humor en el libro, también mucha crítica social. El humor nace de las situaciones rocambolescas que se producen , pero sobre todo del lenguaje, que para mí es el auténtico protagonista de la novela. Lorenzo juega con el lenguaje, lo exprime para crear palabras nuevas (dispresencia... Fuegología y Chimenéutica dice que estudiaba Manuel cuando pretendía hacer un fuego), lo vulgariza ( gañote, buche, el jambo, el nota), lo arcaíza (De menor majestad era aquello de matar moscas... apuntaba el número de volátiles derribados) y de pronto nos sorprende con un cultismo. No es parco en metonimia, sinonimia, sinécdoque, paralelismos y paradojas. Adora la exageración, el pleonasmo. Cultiva la astracanada (querido Muñoz Seca), el humor absurdo y la ironía de Jardiel Poncela (...ya que no podía encariñarse con alguien y que estaba solo, se encariñó con una parra, que le describía con todo lujo de detalles...). Adora la greguería de Gómez de la Serna y el humor nihilista y procaz (Me barruntaba tanta emisión flotante que ya debía haber flores que fecundaran en fruto con el material genético manueliano).
          La crítica social impregna el libro de principio a fin. La crítica a la sociedad en que vivimos se manifiesta de forma dolorosa en la familia que invade el pueblo, poderosa imagen de una sociedad corrompida por el consumismo y por el relativismo moral, una sociedad vacía, sin principios morales, una sociedad, en fin, superficial, que le da asco. Los asquerosos son "las ratas de centro comercial, los que encuentran gracioso tirarse pedos, los que ven Sálvame, los que se cuelan en las colas, los que se dicen católicos y no van a misa, los que se las dan de patriota y no saben colocar Almería en un mapa..." (en una entrevista con Oscar López en Página 2) y los mochufas, un subconjunto que todos conocemos bien, por eso cuando les sucede lo que les sucede, nosotros, sus lectores, podemos permitirnos la risa, la risa gorda sí, y ¡Qué buen momento! ¡Qué magnífica venganza!
         En efecto, el libro es de esos que no puedes dejar de leer. Lo recomiendo totalmente, aunque (o precisamente por eso) al final tengamos que plantearnos si nosotros también tenemos los mismos pecados que se denuncian.

domingo, 20 de octubre de 2019

Nueve cuentos malvados (Stone Mattress), de Margaret Atwood

"Aunque se nos quita mucho, mucho permanece" (A.L.Tennyson)
         Habréis observado que el título en español es el subtítulo de la edición inglesa, que, no sabemos por qué, ha preferido titularla de la misma  manera que el penúltimo cuento... ¿acaso la evocación de estas dos palabras les pareció más sugerente? El título de la edición española, sin embargo, alude más al tipo de historias que vamos a leer. No se trata de relatos que reflejen la vida real sino de cuentos al estilo tradicional. Al final del libro, en los Agradecimientos, la autora reconoce que "estos nueve cuentos deben mucho a las narraciones de todos los tiempos... evocan el mundo del folklore popular, los cuentos de hadas y los cuentos de antaño"
         El primero de ellos, Alphinlandia, es una historia que se desarrolla bajo tres títulos, que se corresponden con la perspectiva de tres de los personajes. El primero pertenece a la protagonista, Constance, una anciana que ha creado un mundo virtual de fantasía donde ha encerrado a algunos de los personajes de su pasado que más la han afligido: su novio Gavin y Reynolds, su nueva esposa, (que protagonizan el segundo título) y Marjorie, la amante de Gavin en aquellos tiempos, que es la protagonista del tercer título. La historia que cuentan es la de una juventud derrochada entre el amor, los celos, el egoísmo, la marihuana y la poesía. Lo más relevante para mí de esta historia es el afecto con que desgrana  la personalidad de la vieja escritora, vilipendiada en su juventud y ahora rica y famosa, el desdén burlón con que retrata al oportunista Gavin y la pintoresca estampa de la no tan aborrecible Marjorie.
         Lusus Naturae (capricho de la naturaleza, freak) es un divertidísimo cuento de vampiros en la estela de Lovecraft, del mismo modo que El Novio liofilizado nace de las enseñanzas de Poe. Sam, un vividor al que su mujer acaba de echar de casa, es un vendedor de antigüedades que consigue un lote en una subasta  que tiene que ir a recoger a un guardamuebles a las a fueras de la ciudad. Su sorpresa es mayúscula cuando abre la trapa y se encuentra con todo lo que correspondería a una boda clásica: vestido blanco, champán, vajilla y... un novio. Una hermosa y extraña mujer quiere comprarle el lote dándole una razón aún más extraña si cabe, una razón que le lleva a lanzarse a una alarmante aventura sexual.
         En Sueño con Zenia, la de los colmillos rojo brillante M. Atwood retoma los personajes de La Novia ladrona y nos enteramos de algunas cosas más.
         La mano muerta te ama es uno de mis favoritos. ¿Quién no ha tenido una pesadilla con este miembro del cuerpo humano? En esta ocasión M. Atwood retoma la clásica historia de la promesa sellada con sangre para obligar a su protagonista a compensar a sus antiguos compañeros de piso con una parte de las ganancias de una novela escrita dentro del más puro género gótico que se convertiría con el paso del tiempo en un éxito sin igual. Habla de los rencores de las viejas amistades, de la estupidez de los críticos, de la mezquindad humana, de las películas de clase B, de las ilusiones perdidas... disfrutaréis con ella, estoy segura. Más aún con Colchón de piedra donde la ya no tan joven Verna se embarca en un crucero por el Ártico y se encuentra con un antiguo novio del que decide vengarse. Un estromatolito le parece el arma perfecta. Finalmente A la hoguera con los carcamales es un cuento agridulce sobre la vejez, sobre esa época de la vida en que toda trascendencia parece imposible, empujados por la lacra de un cuerpo que ya no te obedece, sino que te arrastra según sus designios.
Muchos de los personajes del libro son o mayores o de edad avanzada y también muchos de ellos hablan de las equivocaciones y desengaños del pasado. Creo que es natural que la autora a sus casi ochenta años (los cumplirá el 18 de noviembre) reflexione sobre este tipo de cuestiones, y también creo que estamos ante una escritora que no ha perdido un ápice de su capacidad como narradora. Sirva como ejemplo este extraordinario libro recorrido por su característico ingenio, su humor burlón y una ironía que no la abandona jamás ¡Disfrutadlo!
        
        

lunes, 14 de octubre de 2019

Siéntete libre (Feel Free), de Zadie Smith


      
 "La ficción juega con la idea de lo que es posible  hacer con nuestras decisiones morales"

         Feel Free (todavía no se ha traducido al español, pero en breve se hará)  es un conjunto de ensayos y artículos aparecidos en periódicos y revistas (Harper´s New York Review of Books...) que abarcan desde 2010 a 2018, fecha de su publicación en inglés (Hamish Hamilton publishers). No es la primera vez que Zadie Smith escribe ensayo, pero sí la ocasión en que lo hace con mayor longitud y variedad de temas. Muchos lectores la conocen mejor por sus novelas, siendo quizás White Teeth  y On beauty las más ampliamente reconocidas, pero les aseguro que es una fantástica ensayista, con una enorme perspicacia para describir lo que siente (no exenta de ironía), una gran sensibilidad para transmitir lo que ve y una gran inteligencia para conectar con el lector y hacerle partícipe de sus intereses.
         El libro abarca una amplia gama de temas que van desde la música (La casa que Hova construyó, sobre la naturaleza del hip-hop) a la literatura (Ballard, Marías, Kureshi, Karl Ove Knausgard, Roth, Ursula K. Leguin... pueblan algunas páginas aunque es la experiencia literaria lo qué más le obsesiona), desde el cine (Anomalisa, un análisis muy personal de la película animada de Kaufman) al baile (Lecciones de baile para escritores , donde llega a analizar y comparar la forma de bailar de Prince y Michael Jackson), desde la arquitectura de jardines (Amor en los jardines) a la fotografía (una muy concreta le sirve de punto de partida para escribir un  precioso ensayo acerca de Billie Holiday) haciendo una larga parada en la pintura, a la que dedica una sección entera (En la galería) donde muestra sus preferencias, que van desde la pintura clásica a la más moderna (la pintora Lynette Yiadom-Boakye), incluyendo la video instalación: "The Clock", que el Guggenheim de Bilbao trajo a España en 2014, (bajo el título Matar a Orson Welles a medianoche  cuenta cómo el autor, Christian Marclay, editando miles de secuencias de tv o del cine consigue un montaje que se desarrolla en tiempo real).
         Por otro lado están los capítulos dedicados a la experiencia personal de vivir: su indignación ante la destrucción de la biblioteca de Willesden Green, el suburbio de Londres donde creció, que es al mismo tiempo una defensa de las bibliotecas públicas como la mejor forma de extender el conocimiento equitativamente, su actitud ante el Brexit o las redes sociales, la crítica a la jerárquica sociedad inglesa en En el baño, su encuentro con los humoristas americanos Keegan Michael Key y Jordan Peele, su experiencia con la música de Joni Mitchell... En la mayoría de estos ensayos hay un par de elementos que cruzan transversalmente  el tema en torno al cual giran, uno de ellos es su experiencia literaria, a la que además dedica un capítulo entero  (parte IV, En la estantería de libros) y su experiencia personal de lo que ser negro significa.
         En cuanto a la primera, El yo que no es yo, es un capítulo especialmente relevante para entender cuestiones personales como el proceso que le llevó a escribir o la reluctancia inicial a escribir en primera persona. Menciona a dos escritores que influyeron notablemente en ella a la hora de sentirse libre para escribir: el Hanif Kureshi de El Buda de los suburbios (libertad para ser quien eres, en su caso una joven escritora heredera de dos herencias culturales, la europea y la jamaicana) y Philip Roth, el judío de Newark, que rompió todos los códigos culturales.
         El elemento de negritud se encuentra ampliamente analizado en el ensayo Getting in and Out,  cuyo título hace referencia a la película Get Out (Déjame salir) de Jordan Peele, que obtuvo un Oscar al mejor guión en 2017 y que Zadie Smith analiza como un compendio de los temores de la gente negra acerca de la gente blanca en Estados Unidos. Se trata de un cambio de percepción, que se hace reivindicativa para los primeros y despierta en los liberales blancos un sentimiento de "Othered", es decir, de ser los otros ("¿de verdad es así como nos ven?").  La gente blanca en Get Out quiere entrar en la experiencia de ser negro, "quiere llevarla como una piel y caminar con ella" y añade: "la palabra moderna para eso es apropiación". Algo que efectivamente se ve en el mundo del hip-hop y otras corrientes alternativas donde cualquier joven que se precie llevará ropa "gangsta" e imitará los movimientos de los raperos negros, aunque ni ellos sean negros, ni tengan ninguna reivindicación racial.
          Esta reflexión le lleva a analizar el caso de Open Casket, el cuadro de Dana Schutz que muestra a Emmet Till, el chico negro que fue linchado por flirtear con una mujer blanca. El cuadro fue expuesto en la Whitney Biennal y su autora (blanca) recibió numerosas críticas de la población negra por estar haciendo dinero con un tema que no le pertenecía. Zadie Smith entonces se plantea si sólo los negros tienen derecho a hablar de la experiencia negra, el grado de negritud que se requiere y si los birraciales como ella y aún peor sus hijos están exentos. Acaba asumiendo  que "cuando los argumentos de apropiación se unen al esencialismo racial.... vamos directamente hacia el absurdo" (p.220).
          Estamos ante una colección de ensayos que van a entretener e ilustrar a todo aquel que los lea, que van a enriquecer su vida y que van a hacerle reflexionar sobre una serie de aspectos que tenía asumidos de antemano. Estamos, en definitiva, ante una autora que ha escogido libremente sus temas y te empuja a leerlos sin prejuicios, con total libertad, ¡Si es que eso se puede conseguir!


Los Testamentos (The Testaments), de Margaret Atwood





"Hoy en día ves el atuendo, sabes lo que significa"
    
   Como la propia autora reconoce en los Agradecimientos de este libro, hubo una pregunta que se hizo reiterativa: ¿Cómo cayó Gilead?. También tuvo que serlo ¿qué le ocurrió a Nicole?, y a los que no vieron la serie de Hulu, ¿qué fue de Defred?
         A estas y a otras preguntas se responde en esta secuela del famoso libro de  Margaret Atwood, El cuento de la criada, (a quien no lo haya leído, le recomiendo que visite el apartado Si no sabes qué leer, deja que te aconseje, en este mismo blog). Casi 35 años han pasado entre uno y otro libro y la autora ha saciado la curiosidad de sus lectores  construyendo una historia que no empieza donde lo había dejado, sino aproximadamente 16 años después, a través de las palabras de tres narradoras bien diferentes: Tía Lydia, que escribe el Ológrafo de Casa Ardua, donde viven las Tías, Agnes, que nos cuenta lo que ha devenido de aquella sociedad totalitaria y puritana construida sobre la violencia, y Nicole, que nos proporciona la perspectiva de una joven que vive en Canadá y por tanto conoce Gilead desde fuera.
         Lo más interesante del libro  son los capítulos del ológrafo (testamento autógrafo) donde Tía Lydia cuenta cómo se formó Gilead además de los entresijos del poder corrupto que la dirige. Como es habitual, Margaret Atwood exhibe una prosa precisa y sobria para contar detalladamente cómo cazaron y redujeron a las mujeres usando el miedo, la suciedad y la traición para destruir la dignidad humana, tal y como ocurrió con los judíos antes de ser llevados a los campos de concentración.
         Agnes y Nicole, mucho más jóvenes que tía Lydia, no saben nada de todo eso, pero su perspectiva de las cosas enfrenta al lector con el día a día de una adolescente en Gilead en el caso de Agnes (la escuela, los secretos de familia, las Martas, su boda concertada...) y el de otra, Nicole, en Canadá, que, caprichosa, es incapaz de valorar la libertad que disfruta en un país libre. Sus vidas se entrecruzan (¡no quiero hacer spoiler!) y es en este relato donde la narración pierde credibilidad. La historia de salvación de las dos chicas resulta un tanto chocante y hay detalles (como cuando Nicole tiene que aprender defensa personal, que luego le viene "divinamente" para solucionar un problemilla) que atentan contra la suspensión de la incredulidad.
         En una entrevista que dio a la CBS, M. Atwood cuenta que la única condición que puso a los guionistas de la serie El cuento de la criada, fue que todo hubiera ocurrido alguna vez. Ella misma insiste en que cada atrocidad ha ocurrido en algún sitio del mundo. Esto es así en Los Testamentos en la historia de la detención de las mujeres que cuenta tía Lydia y en  el relato de la red que se crea entre Gilead y Canadá para sacar a las mujeres de aquel país. Este es un elemento ficticio basado en otro real, el Ferrocarril Subterráneo, una red clandestina que sirvió para sacar a los afroamericanos de los estados esclavistas a otros estados de Estados Unidos o a Canadá, como cuenta Colson Whitehead en una magnífica novela  de 2016 así titulada.
         Margaret Atwood es una escritora reconocidísima en el mundo anglosajón (más de 60 libros publicados, más de 8 millones de copias  vendidas de El cuento de la criada...) es una mujer reconocida y conocida, que a pesar de su edad usa como nadie las redes sociales y los medios de comunicación. Esta condición le ha servido para defender causas como el medio ambiente, la democracia, la libertad individual.... Sobre esto vuelve a insistir en su libro, la importancia de la lectura y la escritura ( a las mujeres, excepto a las Tías, no se les permite aprender; es otra forma de control sobre ellas) como fuente para alcanzar el conocimiento, la verdad, y por tanto la libertad. Se le ha preguntado si el libro es una advertencia... puede leerse como una advertencia desde mi punto de vista.



A nadie se le escapa que el traje de las Criadas tiene un gran parecido con el de las mujeres de los Puritanos que llegaron a Estados Unidos huyendo de la persecución religiosa en Europa. La propia autora recuerda que se inspiró para crearlos en un producto de limpieza de su infancia donde se ve a una mujer con un vestido largo y cofia blanca. Hoy en día este traje ha servido para llevar a cabo numerosas protestas feministas.

Máquinas como yo (Machines Like Me), de Ian McEwan


"La utopía de Adam enmascaraba una pesadilla"


         La última novela publicada en español (en septiembre acaba de ver la luz  The Cockroach) de Ian McEwan se sitúa en un mundo alternativo (al igual que hace Philip Roth en La conjura contra América, en lo que se ha dado en denominar ciencia-ficción especulativa). En este 1982 Margaret Thatcher está en el poder y tiene que sufrir la derrota de Inglaterra en la Guerra de las Malvinas, Tony Benn, el líder de la Oposición, se convierte en el Primer Ministro que sacará a Inglaterra de la Unión Europea (¿Jeremy Corbyn?), John Lennon está vivo y Los Beatles están juntos, los coches sin conductor han triunfado y se ahorca en Trafalgar Square a un remedo de androide en una revisión de la venganza de los Luditas entre otras muchas novedades.
         Charlie Friend, de unos treinta años aproximadamente, es un antropólogo que apenas se gana la vida jugando en el mercado de divisas online. Desde el principio reconoce tener debilidad por los robots, los androides, y eso explica que se gaste toda la herencia de su madre en conseguir uno, un hermoso Adam (las Evas se habían acabado). No es menos importante en su decisión saber  que Alan Turing, que ha participado en su diseño, tiene otro. Y sí, Alan Turing vive en este mundo alternativo, donde convive felizmente con su novio y con el que llega a mantener una intensísima conversación acerca de la Inteligencia Artificial.
         Alan Turing se hizo famoso en vida por descifrar Enigma, el código secreto de los Nazis en la Segunda Guerra Mundial. Además fue un gran físico y matemático que puso los cimientos de la Inteligencia Artificial. El test de Alan Turing, que serviría para demostrar si las máquinas  pueden pensar, ha servido de inspiración a muchas películas de ciencia ficción, desde el famoso test de Voight-Kampff (más avanzado) en Blade Runner a la más reciente Ex-Machina de Alex  Garland.
         Volviendo al libro, Charlie está enamorado de Miranda (Sí, una referencia a La Tempestad; habrá más), su vecina del piso de arriba. Cuando ésta conoce a Adam comienza la historia verdaderamente. Un menage à trois sorprendente, a veces divertido, que da pie a que disfrutemos del legendario ingenio y astucia de McEwan a la hora de construir un relato. Puedo entender que a alguien no le haya gustado el libro, pero aún así habrá de coincidir conmigo que nunca terminamos una novela de McEwan sin saber algo más; y es que las preguntas que plantea, el debate que procura y las dudas que levanta son sello de la casa (y si no, baste recordar las últimas, Cáscara de nuez o La ley del menor). Además el argumento es de lo más ingenioso, la inocente Miranda resulta no ser tal, algo que el superdotado androide sabe antes que nuestro protagonista. Esto favorece el suspense y acrecienta, junto con otros detalles, la sensación del protagonista de no estar a la altura. Los celos, la envidia, el rencor que siente no son sino consecuencia de este sentimiento de inferioridad. Como el propio Alan Turing había dicho:
         "Nos gusta pensar que el hombre es, en una forma sutil, superior al      resto de la creación. Es mejor si puede ser mostrado como necesariamente superior, porque entonces no está en peligro de         perder su posición dominante"
El pasado de Miranda, un niño abandonado, un padre con Alzheimer...No quiero desvelar el argumento, pero sí destacar el hecho de que la humanidad de Adam se hace cada vez más patente a medida que el libro avanza; gana en humanidad, pero también en perfección, en  virtuosidad moral, en lógica... de modo que al mismo tiempo resulta más inhumano. Y esta parece ser la reflexión con la que el autor parece querer terminar: son nuestras imperfecciones las que nos hacen humanos.
¿Y qué ocurre con Adam? Os voy a dar una pista. Me basta con unos versos de su amado Shakespeare (¡no ha podido McEwan evitar dotarlo de su misma debilidad!):
         "Time hath, my lord, a wallet at his back,
          Wherein he puts alms for oblivion"
Oblivion, el olvido, esto es lo que le preocupaba. ¿Nos suena?

martes, 17 de septiembre de 2019

El hombre sin sombra (The Man Without a Shadow) de Joyce Carol Oates.



              El último libro de Joyce Carol Oates es hasta cierto punto un libro singular dentro de su trayectoria, posiblemente no el mejor dada su dificultad para el lector que quiera encontrarse con esta magnífica escritora por primera vez, y sin embargo un libro excelente que muestra bien a las claras el  torrente de imaginación especulativa y la depurada técnica que caracteriza su buen oficio.

            Como en la mayoría de sus libros Oates parte de una experiencia real, individual, la magnifica y la explora hasta encontrar "lo único" lo que la hace universal para, de esta manera, hacerla trascender y convertirla en un espejo donde el lector pueda verse reflejado.  La historia de Margot Sharpe es la de una doctora en Neuropsicología que estudia la memoria de un sujeto (E.H.), del cual acaba enamorándose y convirtiendo en el centro y explicación de su solitaria existencia. La historia está basada a grandes rasgos en la de H.M., siglas con las que fue conocido para proteger su intimidad  Henry Gustav Molaison mientras fue el objeto de estudio de la doctora Brenda Milner en Hartford. HM fue un caso muy especial dentro del campo de la Neuropsicología y su estudio permitió grandes avances en este campo. De pequeño sufría continuos ataques epilépticos hasta que fue operado del lóbulo temporal y parte de su hipocampo fue eliminado. Como digo, los ataques cesaron pero a cambio comenzó a sufrir amnesia retrógrada y anterógrada, que le permitía recordar solamente aquellas cosas sucedidas antes de la operación y lo sucedido en el presente durante un breve lapso de tiempo. En el libro de Oates esto se limita a 70 segundos y obliga a doctora y ayudantes a presentarse y repetir las mismas cosas una y otra vez.

            No quiero extenderme en cómo y en qué medida los hallazgos que el estudio de dicho sujeto hicieron avanzar la Neuropsicología, pero baste decir que algunos de estos experimentos se utilizan en el libro como elemento de ficción y, como así sucedió, se repiten y se suceden al comienzo del libro hasta el punto de que el lector puede verse avocado al aburrimiento si el funcionamiento de la memoria no es de su interés. La historia toma otro color cuando a la profesional y entregada doctora Sharpe le sucede la emocional, la personal, primero en los brazos de su mentor y luego en los de E.H., Eli, el sujeto de su investigación. Entonces empezamos a ver "lo universal", aquello de lo que hablaba al comienzo de la reseña, la lucha de la protagonista  por su objeto amado, por ser amada y correspondida en un amor que lo es todo para ella. Para ello no dudará en adoptar posiciones absolutamente antiéticas, llevar a cabo experimentos prohibidos, permitir la humillación y la traición, también el desprecio.... un abanico de pasiones humanas que Oates maneja con sabiduría.

            La historia de la doctora Sharpe es el hilo conductor de la novela, pero todos aquellos que disfrutamos de sus libros sabemos que esta trágica mujer no sería suficiente para la escritora, por eso no nos sorprende encontrar entrelazada una subtrama  donde no lo mágico, pero sí lo sombrío y lo impenetrable se cierne como elemento catalizador del suspense. La amnesia retrograda de Eli esconde un secreto que se nos desvela poco a poco y no siempre de forma confiable. El punto de vista de la narración es básicamente el de la tercera persona, a veces el observador directo, que nos permiten avanzar en la lectura con confianza, pero estos a veces se ven sustituidos por el monólogo interior y la cada vez menos fiable memoria de Eli a medida que pasan los años. De esta forma es labor del lector avezado componer la historia tal y como debió suceder.

            En definitiva, nos hallamos ante un libro estupendo con el que disfrutará todo aficionado a la buena literatura.