jueves, 23 de julio de 2020

El mal de Corcira, de Lorenzo Silva


"¿Hasta qué punto nos conforma aquello contra lo que luchamos?"

         Sí, también me gusta el género policiaco. Y no sólo el  que se hace fuera de España sino también el de aquí, el que ha nacido y crecido  de la mano de Vázquez Montalbán, Juan Benet o Eduardo Mendoza. Más actualmente, entre mis favoritos está Lorenzo Silva y Bevilacqua y Chamorro, los guardia civiles protagonistas de la serie de su mismo nombre, que han hecho famoso a su autor.
         Los conocí en El alquimista impaciente, novela que ganó el Premio Nadal en el año 2000. Por entonces él era un sargento de la Guardia Civil y ella una Guardia sin más. Que un novela policiaca esté protagonizada por una pareja de investigadores no es nada raro dentro del género (acordaos de Sherlock Holmes y Watson), pero sí lo es que éstos sean un hombre y una mujer (estoy hablando de literatura, no de cine o televisión), y más aún que sean Guardia Civiles. Nadie que yo sepa lo había intentad hasta ahora con este cuerpo parcialmente militarizado.
         En su última novela, Lorenzo Silva propone a Bevilacqua,  Vila es más fácil de recordar, un puzzle que lo llevará de nuevo a Guipúzcoa, donde pasó unos años dentro de la época más dura de los asesinatos de ETA. Con este trasfondo el ahora subteniente investiga la muerte de un antiguo terrorista homosexual asesinado en Formentera. Como entonces, la fortaleza de Vila reside más en su cerebro que en el uso de la fuerza y es, de hecho, su inteligencia, su habilidad analítica y su experiencia lo que le llevan a resolver con éxito el embrollo.
         Si entonces El alquimista impaciente le sirvió para entrar en el infierno de la droga y de la prostitución, del dinero sucio y de la delincuencia de alto nivel, su nueva novela le sirve para revisitar los duros años de los asesinatos de ETA. Vuelve a ser Belvilacqua aquí el guardia honesto digno y cívico, culto hasta extremos insospechados ahora (lee a Deleuze, Guattari y a Tudícides, de quien procede el título de la novela), que a muchos les resulta increíble. No obstante, y este es mi parecer, agrada a muchos lectores encontrarse con protagonistas que, lejos de la amargura y el cinismo de muchos investigadores (y aunque él sea un admirador del género clásico norteamericano como ya demostró en El alquimista impaciente aludiendo a El sueño eterno), valoran el sentido del deber, la recompensa de un trabajo bien hecho y que además sienten compasión por sus víctimas.
         En la nueva novela, más que nunca, y quizás porque Vila es ya un Guardia mayor, con un divorcio a sus espaldas y un hijo también en El Cuerpo, hay más tiempo para ver al hombre prudente y juicioso que es. Licenciado en Psicología, el análisis y la reflexión han sido siempre características del  personaje. A través de sus introspecciones conocemos su opinión sobre el sistema policial español y sobre lo que supuso para ambos bandos y para el Cuerpo al que pertenece el activismo terrorista. Como buen analista no dejará de reflexionar "sobre su propia experiencia de lo ocurrido, de lo que hizo y lo que dejó e hacer en aquella guerra entre conciudadanos como la que 25 siglos atrás hubo en Corcira -hoy Corfú- y que Tudícides describió en toda su crudeza. ¿Hasta qué punto nos conforma aquello contra lo que luchamos? " -Editor dixit-. Es una pregunta incómoda que queda en el aire.
En definitiva, leed este libro. Además de tener un argumento interesante, una trama bien forjada y unos personajes atractivos, se apoya en una escritura ágil y viva que hará que no puedas dejar de leerlo hasta darle fin.

Todo es posible, de Elizabeth Strout


"Todos nosotros queremos un público. Si hacemos algo y nadie lo sabe. ¿Lo hicimos?"

         No voy a deciros que este libro es continuación de Me llamo Lucy Barton, reseñado en este mismo blog en el mes de abril, pero sí que es una indagación más profunda en los personajes y en la historia que nos contó entonces. Es eso y más. Es una historia de historias, es una novela que no nace de la memoria de Lucy pero eso es lo de menos, porque Strout no sólo quiere contarnos qué fue de aquellos seres humanos, quiere contarnos de todos aquellos que tienen en común la lucha, la fatiga para salir adelante en medio de los acontecimientos más  adversos.
         Sister es la historia central. Al fin, después de tantos años, Lucy vuelve y los tres hermanos se reúnen en la casa familiar. Recuerdan y el recuerdo se vuelves doloroso y catártico a la vez. Ellos, los Barton, eran American trash, es decir lo más bajo de la sociedad americana, vivían en un garaje helado y se alimentaban de la basura de los contenedores. El padre de Lucy sufría las secuelas de la guerra y la madre, modista, era dura, casi inhumana, en su ansia de supervivencia. Lucy consigue escapar y llegar a Nueva York donde se convierte en una afamada escritora gracias a un libro que es memoria viva de su infancia. En un tour de promoción, diecisiete años después, vuelve a Amgash, su pueblo, y si pensaba que con su huída había conseguido la redención total, estaba muy equivocada, basta una conversación con su hermana mayor para que le dé un ataque de pánico y tenga que volver a toda prisa a Nueva York.
         El grueso del libro lo componen las historias de personajes que sólo conocimos de forma tangencial en su anterior novela: sus primos y tíos, el conserje del Instituto donde estudiaba, su compañera de escuela Patty... A través de ellos y de sus parientes y amigos se va conformando la verdadera historia de Lucy, desde otros puntos de vista que la enriquecen y que la amplían. De este modo también dejan de convertirse en personajes tangenciales para ser protagonistas de su propias historias, convirtiéndose Lucy en un escenario, a veces en un catalizador, otras en objeto de reflexión y esclarecimiento. Hablando de reflexión no puedo pasar por alto la función que cumple el paisaje, un personaje más. La descripción del mundo natural: las praderas de Illinois, el viento, el horizonte, las diferentes tonalidades que adquiere la luz del sol a lo largo del día y  del año,,, (el mar en Mississippi Mary)... son protagonistas de muchas páginas y forman parte del fondo espiritual de estos personajes.       En una entrevista a Elizabeth Strout ella misma reconoce la importancia que el mundo físico tuvo en su infancia, aislada de otros niños, el bosque de su New Hampshire natal se convirtió en su mejor amigo. Esta confesión  me lleva a pensar que la protagonista de Snow-blind (el único relato que no es original) pudiera tener algo de la propia autora, y así desafiar mi primera idea, la de creer que esta historia era la única del libro que no tenía nada que ver con la de Lucy Barton. Por supuesto, esta idea no era desde el principio del todo cierto, hay un hilo conductor a lo largo del libro que enlaza a todo estos personajes y los convierten en un todo: el aprendizaje producto de la experiencia, del tiempo que desgrana apuntes que nos llevan a ver, a entender mejor. ¿No es esta nuestra máxima aspiración? Ojalá todo estuviera en la vida real tan atado como en una novela. Pero ¿qué más podemos pedir? Es literatura, es ficción, es una obra de arte. Ni más, ni menos.
         No quiero finalizar esta reseña sin hacer referencia al título del libro. Si Sister ocupa una posición central en la novela, Gift la cierra. La traducción al español es regalo u obsequio, y de eso se trata, del obsequio que un personaje menor, un actor en horas bajas (que sin embargo se convierte en el oráculo a través del cual la autora analiza con perspicacia la psicología de los seres humanos), hace a Abel, el regalo de una verdadera amistad y si este regalo le puede llegar a él en ese momento al final de su vida, todo es posible para cualquiera.