martes, 8 de diciembre de 2020

Contemplaciones (Intimations), de Zadie Smith

 


"Hablar con uno mismo puede ser útil. Y escribir significa que te escuchen"

            Contemplaciones es una colección de seis pequeños ensayos (alguno sólo consta de un par de páginas) escritos antes y durante la pandemia, en Londres y en Nueva York, donde la autora enseña en la Universidad. En estas sencillas páginas  Zadie Smith reflexiona sobre sí misma y sobre los demás en un periodo de nuestra existencia del que con toda seguridad no saldremos indemnes. No hablo sólo de las secuelas físicas de aquellos desafortunados que hayan podido contagiarse sino de las secuelas psicológicas, no tan obvias pero no por eso menos relevantes.

            La escritora reflexiona en primer lugar sobre sí misma. Esta sobresaliente ensayista (tenéis que leer Feel Free, donde la crítica cultural brilla con más fuerza, reseñado también en este blog), que ha convertido la duda en el pedestal sobre el que construir sus magníficas intuiciones, indaga en Peonías sobre la escritura. El acto de escribir es un acto de resistencia a la vida real, dice,  un esfuerzo por controlar lo que sucede: es algo a lo que el escritor debe someterse para crear ese engañoso molde en el que presentar la ficción. Luego, en Algo que hacer, se pregunta si la vida no es sino una forma de llenar el tiempo, algo que los escritores hacen escribiendo. Sigue indagando en su experiencia personal cuando confiesa lo que significó y significa ser mujer y reconoce lo biológico y lo social como elementos que se complementan en su instancia vital. Reconoce  la curiosidad que le despierta la gente y fruto de ella son sus impresiones sobre las personas que la rodean: el hombre de manos fuertes al que acude a recibir masajes o el que se desplaza en silla de ruedas haciendo oír su versión de la pandemia.

            El penúltimo ensayo es el más largo y el de mayor crudeza desde mi punto de vista. Termina con una postdata (El desprecio como virus) donde una mirada profunda se funde con su imaginación para crear un paralelismo entre el COVID y el virus del racismo. La historia de George Floyd, que encontró la muerte bajo la rodilla de un policía, corre paralela a la del virus y pone al descubierto la enfermedad subyacente. El racismo es un virus que infecta iglesias, escuelas, anuncios, películas, libros.... Se extiende por el cuerpo hasta enfermarlo, es por tanto una enfermedad estructural cuyo DNA es la pobreza. Su falta de esperanza en que las cosas vayan a cambiar es lo que más me alarmó porque ¿qué nos queda si no es la fe?.

            De nuevo os animo a leer este sencillo librito, que os permitirá reflexionar con la autora sobre cuestiones de índole cotidiana y otras que no lo son tanto. Los beneficios de su venta, por cierto, irán a parar a una institución que lucha contra las secuelas del covid.


lunes, 7 de diciembre de 2020

Adiós, hasta mañana (So Long, See You Tomorrow), de W. Maxwell


 "Otros niños pudieron soportarlo, lo han soportado. Mi hermano mayor lo logró, no sé cómo. Yo no pude."

                So long, See you Tomorrow fue publicada originalmente en dos partes en 1979, en The New Yorker, donde Maxwell fue editor literario durante cuarenta años. Enseguida fue un éxito y al año siguiente, ya como libro, la novela fue seleccionada para el Pulitzer Prize, para luego ganar el National Book Award en 1982. En 2016 fue incluido en la lista de los mejores libros de los últimos 75 años.

            La historia ocurre en los años 20 en Lincoln, Illinois, la ciudad donde nació y a la que tantas veces habrá de volver en su recorrido literario. Está contada por un hombre mayor que recuerda un triste acontecimiento de su pasado esperando así deshacerse del sentimiento de culpa que no lo ha abandonado desde entonces. La madre del narrador, como la del autor, muere durante la epidemia de gripe española que asoló  el mundo occidental a comienzos del siglo XIX, una muerte de la que nunca se recuperará. Él mezcla su historia con la de su amigo Cletus, que sufre un drama casi mayor, su padre asesina al hombre, hasta ahora amigo y buen vecino, que le ha arrebatado a su esposa. El divorcio de sus padres y la posterior muerte de Wilson, el vecino, dejará una profunda huella en Cletus. Este drama y la vergüenza del narrador al encontrar a su antiguo amigo años más tarde en un instituto de Chicago, y no hacer ademán de reconocerlo le perseguirá hasta que no le quede más remedio que escribir una historia que le absuelva de su culpa.

            Habiendo leído ya varios libros de William Maxwell, es evidente que, dejando a un lado los aspectos biográficos, lo que tienen en común es una prosa de estilo poético que se basa en la minuciosidad y percepción de los sentimientos más íntimos, que disecciona con gran habilidad y delicadeza. Es como si no quisiera tocarlos con la mano llena, solamente con las punta de los dedos escoge aquellas emociones que le son particularmente propias: una aflicción, un momento de alegría o de reconocimiento, una felicidad momentánea, una comprensión inoportuna o inesperada.... y lo analiza en pocas palabras con una exactitud que desasosiega. Tal conocimiento del alma adolescente no es propio de tantos escritores... Aquí, como en Vinieron como golondrinas o en La hoja plegada (Libros del Asteroide), su interés se centra en el mundo infantil y adolescente, pero ya cuando este hermoso tiempo va desapareciendo. El drama obliga a Cletus a abandonar este territorio de la inocencia (la gran pradera americana) e instalarse en la gran ciudad de Chicago, que deviene conocimiento y por tanto la percepción de ese lado oscuro inherente al ser humano; una oposición que es un clásico dentro de la literatura clásica norteamericana desde Rip Van Winkle.  La muerte de la madre del narrador (la del padre en el caso de Cletus) y el desalojo de sus respectivas casas significa la pérdida de la protección paternal y después,  con el traslado a Chicago, la entrada definitiva en el mundo adulto. Estamos, por tanto, ante una novela de crecimiento.

            Si Lincoln es el hábitat del narrador, la pradera es el de Cletus, y es aquí donde hallamos otro ámbito  donde el estilo poético de W. Maxwell se despliega con descripciones de gran maestría técnica y símiles lúcidos y acertadísimos:

 "De día el cielo es un cuenco invertido sobre la pradera. Si la noche es clara, a veces aparece espolvoreado de estrellas".

            La pradera americana, ese lugar que llenó la imaginación de los primeros colonos es aquí el paisaje físico y psicológico de los personajes; con su desnudez y austeridad ese inmenso horizonte en los que se pierde la vista es también el referente para el narrador de un pasado que se fue, pero que todavía persiste en la lejanía.

 

martes, 24 de noviembre de 2020

El infinito en un junco, de Irene Vallejo


" Montañera de anaqueles, siempre respiro a pleno pulmón cuando me asomo a esas cordilleras de papel y polvo."

            Aunque en este blog normalmente escribo sobre ficción, en esta ocasión voy a salirme de la norma porque acabo de leer este magnífico ensayo (Premio Nacional de Ensayo 2020) sobre el libro, contado de una manera tan amena que bien podría considerarse en parte un relato. Ya conocía a Irene Vallejo por sus artículos periodísticos pero ahora además sé que esta concienzuda filóloga es además una tejedora de relatos excelente, digna heredera de aquellas mujeres que devanaban historias al mismo tiempo que hacían girar la rueca.

            De El infinito en un junco podría decirse que es la crónica de un viaje, el que realiza el libro desde sus comienzos en la cuenca del Nilo gracias a la urdimbre de los juncos que allí nacían hasta la actualidad. Viajando desde el pasado hacia el presente, Irene Vallejo hace un repaso de la historia del libro al que vincula con los avatares históricos de la humanidad. Se acerca al origen de la escritura, al valor que se le daba, su hallazgo como elemento unificador, aunque en sus comienzos solo tuviera una finalidad práctica, comercial.... Dedica muchas páginas a los griegos, la gran cultura que modeló el Mediterráneo y a los romanos, la máquina bélica que llegó a los confines del mundo conocido. Se detiene particularmente en Alejandro Magno y su visión globalizadora del mundo, y con él en los Ptolomeos y el esplendor de la Biblioteca de Alejandría. Ensalza la gran labor de los monasterios al salvar el pensamiento antiguo en aquellos maravillosos códices adornados con miniaturas durante la oscuridad de la baja Edad Media y da la bienvenida a la imprenta como punto de partida para la expansión y difusión de los libros,  para la democratización de la lectura tal y como ha llegado a nuestros días.

            Otros libros se habían ocupado antes de los orígenes del libro, pero ningún autor hasta ahora había sabido darle esa estructura de relato, de cuento, que engancha desde las primeras hojas. Se aleja la autora de un estilo academicista para llegar mejor al lector, consigue escribir páginas muy amenas al contarnos los entresijos de la historia, los usos y costumbres entorno al libro de los clásicos y anécdotas interesantes ya sean por lo escandalizadoras o por su poder para abrir los ojos (para mí, por ejemplo, ha sido sorprendente saber que mis admirados Séneca y Cicerón no eran tan perfectos como yo creía). Ha sido muy interesante saber también cómo funcionaron las primeras librerías. Esos objetos preciosos por los que se pagaban enormes sumas de dinero eran objeto de deseo de ladrones y traficantes, e Irene Vallejo hace de estas y otras historias un relato, un cuento contado con la soltura de un cuentista y la erudición de una filóloga, añadiendo algunos apuntes personales e ideas propias, convirtiendo en aventura la erupción del Vesubio, la estancia en el palacio de Cleopatra o el escenario de la muerte de Hipatia.

            El infinito en un junco es sobre todo un homenaje al libro, "el más asombroso de los inventos humanos", dijo Borges. No falta aquí mención de los que predijeron la destrucción de los libros, tal y como los conocemos, pero según la autora es un error pensar que cada novedad borra y reemplaza las tradiciones. ¡Acercaos a sus páginas y disfrutad de una historia que no tiene fin!


sábado, 14 de noviembre de 2020

Vinieron como golondrinas (They came like Swallows), de William Maxwell

"Vinieron como golondrinas y como golondrinas se fueron,

Y ,sin embargo, el poderoso carácter de una mujer

Podía proteger el primer intento de  una golondrina;"

                El libro se inicia con unos hermosos versos del poema Coole Park de W.B. Yeats y precisamente son estos los que dan título al libro: They came like Swallows. Este ellos se refiere a los grandes poetas del Irish Revival de finales del S. XIX entre los que se encuentra el propio Yeats y a los cuales celebra en estos hermosos versos.

            Pero ¿cuál es la intención de Maxwell al introducir con ellos su libro? Obviamente no es la misma (no he podido encontrar ninguna relación del autor con ellos, a no ser que se trate de pura admiración, como la que sin duda sintió por Joyce, otro insigne escritor irlandés, cuyo concepto de Epifanía aprovecha Maxwell con estupendos resultados en este libro). El autor en definitiva no pretende hablar de literatura irlandesa sino de estos admirables pájaros, las golondrinas, que tienen una sola pareja a lo largo de su vida y que simbolizan por tanto el amor, la lealtad, la felicidad  dentro de la pareja.

            Estos seis versos son una entrada muy acertada desde mi punto de vista para contar una pequeña historia, que sin embargo llega a lo más hondo. Es el relato de unos meses en la vida de la familia Morison  en 1918, el año que se firma el armisticio que dio fin a la Primera Guerra Mundial y un momento álgido en la pandemia que asoló por aquellos años el mundo occidental: la gripe española. La crisis sucede con la muerte de la madre, Elizabeth, y se prolonga en el efecto devastador que produce en su familia, sobre todo en su marido, James, y en sus dos hijos, Robert de doce años y Bunny de siete. Todo el mundo ha sabido ver notas autobiográficas en este libro (Maxwell se quedó huérfano en la infancia y también para él fue un trauma), en la delicadeza y el acierto con que describe las emociones de los niños, la desorientación, la dependencia, la necesidad de cobijo que sienten. Asistimos también a hermosos momentos de la infancia de los pequeños, sus juegos, peleas, pequeñas mezquindades, a su desasosiego, a su incomprensión del mundo.... En definitiva, a la fragilidad de la infancia.

            Aparte de la sensibilidad con que relata ese mundo infantil, lo que hace a este libro tan especial es el estilo, el lirismo que despliega en las evocaciones y descripciones ya sea del paisaje, ya sea de los sentimientos, su dominio de la palabra exacta, la cadencia de la frase... todo unido a un sabio uso de los elementos técnicos de la narración: el suspense se proporciona de una forma delicada (los dos relojes nunca en sintonía que marcan el paso inapelable del tiempo, las previsiones de los familiares, los comentarios de los personajes secundarios... todo ello va envolviendo al lector, que aún a sabiendas que algo malo va a ocurrirle a la madre , sigue leyendo incapaz de soltar el libro, queriendo saber más: ¿cómo?, ¿por qué?, ¿y los niños? ¿qué va a ocurrirles? La pérdida es enorme también para el padre, las páginas finales lo tienen como protagonista. Asistimos a su dolor y a ese instante de reconocimiento que Joyce llamó Epifanía cuando comprende que Elizabeth había dado forma a su vida, con su voz, con su pelo, con sus ojos, con su sabiduría y con su amor. Estas y otras reflexiones suceden en la oscuridad de la noche, bajo la nieve que cae silenciosamente en una atmósfera más parecida a los sueños que a la realidad.

            "Quién me iba a decir a mí..." son  palabras con las que nos acercamos al final de la historia, y quién me iba a decir a mí que este pequeño libro, comprado al azar en la librería Galatea de León, iba a proporcionarme tan espléndidas horas de lectura. Ha sido doloso asistir al drama de la familia, pero no lo ha sido menos el asombro ante esta pequeña joya de la que no tenía noticia. William  Maxwell (Illinois, 1908-NewYork,2000) fue editor literario de The New Yorker durante cuarenta años y escribió varias novelas, algunos ensayos y narrativa breve, pero su prestigio se asienta sobre todo en su labor como el editor que orientó el trabajo de escritores tan importantes como J. Updike, Cheever, Eudora Welty o Mavis Gallant. En 1995 recibió los Premios Mark Twain y PEN/Malamud. So Long, See You Tomorow obtuvo el National Book Award en 1980, y será la próxima novela que lea, sin duda alguna.

 



 

jueves, 5 de noviembre de 2020

Un silencio salvaje, (Wild Quiet), de Roisín O´Donnell

 "Pero el tiempo era huidizo, y yo solo podía oír su murmullo en algún sitio más allá de mis sueños."

            Roisín O´Donnell es una escritora irlandesa muy joven, poco conocida en España pero que en Irlanda ha obtenido ya varios reconocimientos, entre ellos ser candidata al galardón Kate O´Brien, lo cual para mí ya es un gran logro, dada la admiración que siento por esta magnífica escritora irlandesa que rompió moldes allá por los años treinta. Wild Quiet fue escrito en 2016 y es su primera incursión en el relato corto.

            Lo primero que nos sucede a medida que vamos avanzando en el libro es constatar que casi todos los cuentos giran en torno a una situación problemática diferente marcada por su actualidad: los dos hermanos nigerianos que se encuentran con una trampa mortal a las afueras de Dublín, la mujer española que espera en Sevilla a su hijo desaparecido al nacer, la niña somalí traumatizada por los campos de refugiados, la mujer brasileña que viene a Irlanda por amor y se empeña en aprender irlandés en su deseo de integrarse mejor, la pérdida de un hijo... Cobra obviedad también que casi todas las historias son contadas desde la perspectiva de una mujer o de un niño (solamente dos, When Time Streches y Kamikaze Love, son contadas por hombres, y la primera vuelve a estar relacionada con un trauma infantil). Resulta llamativo también la variedad geográfica del espacio en el que se desarrollan: Irlanda en primer lugar (el hermoso paisaje de la isla se describe con amor, con un lirismo a veces enternecedor) pero también Madrid y Barcelona, la isla de Java, Brasil... En un deseo creo que consciente de contar la nueva variedad cultural de Irlanda que la emigración ha traído, su riqueza y sus problemas: la desconfianza de los isleños hacia lo que viene de fuera o directamente el racismo. Aunque por otro lado parece más centrada en analizar el choque que supone  la adaptación cultural para  los niños y familias venidos de fuera, como se muestra en Cómo ser millonario, Crushed o Wild Quiet, que da título al libro. 

            Las historias contadas por mujeres tienen como tema principal la familia, el amor o los hijos: el dolor de la maternidad perdida en Corazón de Titanio o el hijo como medio para acabar con la soledad de una mujer socialmente exitosa en Sobre Cosmología. Las mujeres son protagonistas, pero no lo es menos el lenguaje. Acierta la autora al utilizar la lengua propia de cada comunidad para fortalecer la sensación de verismo que despiertan las historias donde lo onírico o lo surreal  son protagonistas. Palabras en español, irlandés, nigeriano o somalí florecen en medio del inglés con fuerza propia y contribuyen a crear la magia de la que se alimenta la ficción.

            Quizás lo que más me ha gustado es la originalidad de la forma en que ha contado sus  historias: en la última que he mencionado, Sobre cosmología, hace que la protagonista hable con el cigoto que se aloja en su vientre, en Corazón de Titanio, es la propia ciudad, que se funde, la que habla del corazón destrozado de la mujer por la pérdida de su hijo... En el caso de Amor kamikaze y  Paisajes Infinitos son los fantasmas los que dirimen el desenlace del argumento...

            Además está su originalidad estilística, Roisín escribe con hermosas imágenes y metáforas que se convierten en parábolas en el caso de Corazón de titanio, deja sitio para lo onírico en La muerte y el arquitecto, sobre Gaudí y la construcción de su catedral, además de dar voz a los muertos en Amor Kamikaze  y en Los recuerdos de Ebenezer, sobre el conflicto de Irlanda del Norte.  Este gusto por lo onírico o lo telúrico parece nacer de la mitología irlandesa, dejar esa puerta abierta está dentro de la tradición de un país donde este mundo tiene una realidad propia y así no es de extrañar que el protagonista de Amor Kamikaze esté convencido de vivir con el fantasma de su novia muerta. Estas creencias antiguas, tradicionales corren paralelas a las que aportan los emigrantes africanos, la madre que en Paisajes infinitos está convencida de haber dado a luz a una niña abiku, una niña especial, que guarda el alma del bebé muerto antes de nacer ella. También ligada a la tradición escrita irlandesa está el amor al paisaje, que figura como un personaje más; tal es su importancia que afecta a la vida de los demás personajes, lo describe con una precisión asombrosa a veces y otras de un modo subjetivo: liviano, prístino, aéreo, sinestésico, más sentido que percibido. La niebla del paisaje irlandés, la que deja entrever o permite anticipar, imaginar,,, Imaginad ahora que tenéis este libro en vuestras manos, leedlo; es de una autora que promete.

domingo, 18 de octubre de 2020


 

Basilisco, de Jon Bilbao

"Todo era motivo de asombro y confusión"

            Jon Bilbao, y voy a hablar de un autor insuficientemente reconocido aunque se trate de uno de los mejores cuentistas españoles actuales, consigue escribir con Basilisco (Impedimenta, 2020) un magnífico libro a medio camino entre la ficción y lo autobiográfico, entre el presente y el pasado.

            El presente es  la historia de un ingeniero que se traslada a California donde conoce a su futura mujer, Katharina,  y todo el proceso que lleva a la disolución del amor y a su vuelta a España en busca de sus raíces, de su infancia. El pasado es John Dunbar, un antepasado de un compañero de trabajo de Katharina, que encarna lo más genuino del Oeste americano: trampero, buscador de oro en Virginia, veterano de la guerra de Secesión, guía de una extraña expedición cultural al desértico territorio de los mormones.... Dunbar es un hombre huraño, violento y temido. Sus andanzas por esos desérticos parajes y el uso de lo onírico y la metáfora recuerdan inevitablemente al Meridiano de Sangre de Cormac McCarthy (como han sabido ver también otros lectores; en universodepocos.blogspot encontramos también referencias a este detalle) y de la misma forma que en este magnífico libro, en Basilisco el desierto se convierte en un personaje más, un espejo de su protagonista, de su desolado e inhóspito  interior, de su vacío, de su crueldad. Basilisco es como lo llaman, un nombre mítico para un hombre que se ha convertido en leyenda.

            Bilbao es un gran renovador del cuento, territorio ya de por sí libre, pero agrandado ahora con una narrativa que mezcla la historia, el ensayo, la fantasía, el terror o la ciencia ficción en una prosa sencilla y desnuda, con la que el autor pretende crear un falso sentido de objetividad, hacernos creer en un narrador fiable y honesto que no nos defraudará. Y no lo hace. Basilisco se puede leer como un conjunto de relatos o como una novela, no importa, lo importante es entrar en ese mundo imaginario, en esa cueva de la infancia donde se guardan prodigios insospechados.

            Basilisco es el último libro de Jon Bilbao, no sé si el mejor, pero os recomiendo su lectura; es una oportunidad excepcional de acercarse a su mundo narrativo, a un escritor que se caracteriza por su ambición de narrar, de contar y este gusto se nota, y se lo agradecemos.

 

 

lunes, 12 de octubre de 2020

La ciudad solitaria, de Olivia Laing


"Muchas cosas han surgido de la ciudad solitaria: cosas forjadas en la soledad, pero también cosas que funcionan para redimirla."



 La ciudad solitaria (Capitán Swing) es el tercer libro de la escritora inglesa Olivia Laing.  Como en sus libros anteriores, To The river: A Journey Beneath the Surface y The Trip to Echo Spring: On Writers and Drinking (Ático de los libros), mezcla investigación, análisis y biografía; como ella misma dice, hubiera sido difícil conectar con estos artistas si no hubiera pasado por la misma experiencia, el problema del alcohol en su familia o su propia experiencia de la soledad en una gran ciudad después de ser abandonada abruptamente por su pareja. Comienza el libro preguntándose cómo conectamos con otra gente. Sin ser ni la única ni la última persona en hacerse esta pregunta, ella se dispone a averiguarlo a través de las artes visuales y limitándose al entorno de la ciudad. Lo hará en ocho capítulos a través de diversos  artistas.

            Laing construye su libro mezclando sus propias vivencias, su soledad en la ciudad de Nueva York, con la vida de estos artistas con los que comparte infancias tristes o solitarias, familias desestructuradas o entornos hostiles para el crecimiento en un intento de explicar la compleja relación entre la soledad y el arte. En una feliz metáfora, la autora define la soledad como estar hambriento cuando todo el mundo a tu alrededor está preparándose para un festín y reflexiona sobre cómo el sentimiento de vergüenza y alarma que proyecta el solitario, y su consciencia de ello, hace que se sienta más aislado todavía, más solo y distanciado.

            Laing comienza con el famosísimo Edward Hopper, de quien se dice que es el pintor de la soledad, entendida en este caso como estar expuesto al tiempo que aislado de los demás; expuesto a su juicio, particularmente cuando estar solo se siente como raro o extraño.  Nighthawks es un buen ejemplo de esta visión, los protagonistas del cuadro están completamente aislados unos de otros y al mismo tiempo expuestos como en un acuario a la mirada de otros.

            Continúa con el no menos famoso Andy Warhol, en el que reconocemos la soledad del que se siente no deseado, del que es excluido de los círculos sociales. Para el hijo de unos inmigrantes judíos, tímido, gay y poco agraciado, sentirse singular no fue una gran hazaña, sí lo fue convertir su vulnerabilidad en virtud y pasar a ser el artista más deseado de underground neoyorkino. Su uso de la tecnología para llegar a los demás sin verse expuesto lo convertiría en un adelantado del hiperconectado mundo actual.

            La soledad de David Wojnarowic, igual que la de  Henry Darger, proviene de su pasado, de una infancia abusiva, de una soledad lacerante unida a la que se impuso a sí mismo al ver sus deseos como únicos y vergonzantes.  A Henry Darger además lo convirtió en asocial y lo llevó a crear un corpus artístico sobre cuya moralidad la crítica todavía hoy no se pone de acuerdo. Al hablar de Klaus Nomi  vuelve a incidir en las consecuencias devastadoras que tuvo para la comunidad gay el sida, la soledad producida por el estigma y el abandono de la sociedad. Zoe Leonard le sirve para tratar el tema de la soledad y la pérdida, dos cosas que van íntimamente ligadas: "La existencia física es solitaria por naturaleza, metida en un cuerpo que avanza inexorablemente hacia la decadencia"

            La autora cierra su análisis aseverando que el arte no tiene que tener una función reparadora, como tampoco la tiene que tener de ser hermoso o moral, la cura para la soledad radica en estar bien con uno mismo y reconocer que hay elementos procedentes del exterior que nos afligen y excluyen contra las que debemos luchar: no debemos avergonzarnos de reconocer que necesitamos a los otros. Hay que normalizar la soledad, combatir el estigma y la vergüenza que rodea al que está solo, viene a decir, sin embargo no lo hace  hablando de la soledad de las personas comunes, sino de aquellas estigmatizadas por el sexo, la infancia o la sociedad, y cómo eso se ha visto reflejado en su obra artística. En este sentido comprendo que los lectores que fueran buscando verse reflejados aquí se hayan sentido decepcionados, Laing ha preferido indagar en seres especiales, artistas, gente dotada de una sensibilidad extrema para ver y sentir de una manera más penetrante, para convertir su intimidad en una obra de arte. Es un libro que ha conseguido gran aceptación por parte de crítica y público y que ya va por la segunda edición en esta jovencísima editorial tan comprometida con la crítica y el pensamiento.

miércoles, 12 de agosto de 2020

Frankisstein, de Jeanette Winterson

                  "El futuro lleva siempre algo del pasado"

         La última novela de Jeanette Winterson hace su aparición en un momento en que la Inteligencia Artificial (AI) se ha convertido aparentemente en motivo de reflexión para la novela británica actual. Hablo de Murmur (2018) de Will Eaves o Machines Like Me (2019) de Ian McEwan, también reseñada en este blog.

         Frankisstein es una novela compleja en la que corren paralelas dos líneas temporales y de pensamiento: el Romanticismo del S. XIX y el Voluntarismo de la época actual. El paralelismo entre el creador del famoso monstruo y del que se pergeña en este futuro por venir se advierte ya en sus nombres: Victor Frankenstein deviene Victor Stein, el profesor que defiende un futuro en manos de la inteligencia artificial que se programará a sí misma (lo hace en Memphis, que se fundó en 1818, un  año antes de que se publicara Frankenstein; el libro está lleno de referencias de este tipo).

         Con la voz de Mary Shelley nos adentramos en aquellos turbulento tiempos tras la Revolución francesa y los cambios de todo tipo que trajo consigo: el deseo de libertad sobre todo, en el caso de la mujer también (tristes son las reflexiones de Mary al respecto con el paso del tiempo). Ya todos sabemos cómo con tan solo diecinueve años huyó de casa con su hermanastra Claire, el doctor Polydori, Byron y P.B.Shelley, los renombrados poetas del romanticismo inglés. De todos es sabido también cómo encontrándose a orillas del lago Lemán en una noche de tormenta, Mary propuso escribir la historia más terrorífica y cómo de ese desafío nació el monstruo universalmente conocido.

         Como Victor Frankestein, Victor Stein aspira a crear vida nueva, pero esta vez dejando de lado el cuerpo corruptible y exigente (sólo es el soporte del cerebro; la criogenización es una pérdida de tiempo, nadie sabe cómo recuperarlo), sería suficiente con descargar en el sistema nuestro cerebro, de este modo la vida eterna sería una realidad. "Sólo somos datos", asegura a Ry Shelley, el doctor transexual, híbrido, como él se denomina a sí mismo, del que se enamora precisamente por su cuerpo/mente de bordes imprecisos, esa fluidez, ora masculina, ora femenina, que lo hace tan especial. Ry, que se reconoce también como transhumanista, ha alterado su cuerpo para adaptarlo a su mente, a su cerebro; "el cerebro es más amplio que el cielo" dice la cita de Emily Dickinson que la autora utiliza como prefacio a un capítulo/sección(?).

         Janette Winterson ha realizado un trabajo fantástico, ha creado una novela estructuralmente innovadora y sustancialmente profunda. Profunda porque analiza la naturaleza de la consciencia, la vinculación entre la mente y el cuerpo, la locura (el apartado dedicado a Bedlam es angustioso y en él crea un juego de espejos: metaliteratura en estado puro), reflexiona sobre el concepto de realidad y la esencia del amor, sobre los avances tecnológicos y las disyuntivas morales que nos crearán, explora la sexualidad y la comprensión de la identidad múltiple y si para ello lo necesita, no duda en hacer referencia a Ovidio y sus Metamorfosis, a Pigmalión y Prometeo, a Virginia Woolf y Margaret Atwood, a Darwin y Turing, a elementos de la cultura popular como los superhéroes del cómic, Talking Heads, Los Eagles, Blade Runner... El soneto 53 de Shakespeare y los versos de La canción de Ariel (tallados en la tumba de Shelley en Roma) de La Tempestad sirven de prefacio también a sendos capítulos.... Tengo que reconocer que la referencia al movimiento Me too y la deriva que toma me trastornó. En medio de temas tan profundos hay momentos para la risa, el sarcasmo (las menciones al creador de Facebook, Trump o Bolsonaro) y la parodia. El final del relato a cargo de Ry es un capítulo de una comedia en el que el científico loco, rodeado de todos los personajes de la trama, manipula el artefacto de su invención sumiéndolos en la oscuridad y el temor a la muerte. Las referencias a un concepto de la religión mercantilista en boca de Claire, la búsqueda de la exclusiva periodística en Polly(dori) y el machismo del adinerado Ron Lord(Byron), dejan a nuestro narrador (ma)Ry Shelley como la única inteligencia superviviente en medio de la locura generalizada.

         La historia que cuenta Mary Shelley acaba cuando ya en la edad adulta recibe la invitación para un banquete donde conoce a Ada Lovelace, la hija que Byron quiso educar lejos de la literatura, que se convertiría en la gran matemática que inventó la programación. La ciencia y la literatura unidas, dos mujeres libres gracias a su inteligencia; ¿sabía Byron que ambas palabras, libre y libro, proceden de LIBER en latín? Seguramente sí. Y también él, como Victor Stein sabía que leer es la única forma de entender.

 

sábado, 1 de agosto de 2020

Niña, mujer, otras, de Bernardine Evaristo

 
   "... y que lo que somos es parcialmente una respuesta a cómo nos ven..."

         Niña, mujer, otras compartió el Premio Booker Prize 2019 con Los testamentos de Margaret Attwood, una secuela de El cuento de la criada (también reseñados en este mismo blog), que volvió a ser leído gracias a la exitosa serie del mismo nombre. Después de haber leído el libro de Evaristo, se hace evidente que ambos libros comparten una atención a temas de índole feminista, que en el caso del libro de Evaristo se extiende además a otros como la raza o el choque generacional.

         Bernardine Evaristo ha escrito una novela polifónica en la que se cuenta las historias de varias mujeres (principalmente negras o mestizas) y en diferentes décadas de los siglos XX y XXI. En el devenir del tiempo los personajes se entrecruzan y establecen vínculos que reaparecen más adelante, creando un tejido denso y consistente que va envolviendo al lector hasta llegar al final, cuando la luz se enciende y los personajes quedan expuestos: sabemos entonces a través de una prueba de ADN quién es la hija perdida de Hattie, por qué la virtuosa Shirley obtiene sólo una recompensa parcial, la frustración de Roland al no conseguir el elogio de la persona que más ama: su hija...  ¡Pero estoy empezando por el final!

         Volvamos al principio. En este "tour de voces" la voz de Amma es la primera en oírse y de alguna manera el hilo maestro que teje la novela. Amma es una mujer de mediana edad feminista, negra y lesbiana que dirige una compañía de teatro fuera de los círculos convencionales; es un teatro de denuncia y protesta que incomoda a las élites y que por tanto no alcanza reconocimiento a nivel nacional. Sin embargo, actualmente, la encontramos presentando en el Teatro Nacional de Londres La última amazona de Dahomey. Entre el público se encuentran Roland, su amigo gay y padre de su hija con sus amistades, las amistades de la propia Amma y algunos otros personajes que han asistido por diferentes razones pero que de una u otra manera están ligados a ella: por ejemplo, Carole fue la alumna predilecta de Shirley, que es la amiga burguesa de Amma, que es la madre de Yazz, que admira a Megan/Morgan, que es bisnieta de Hattie, que es madre de Penélope, que ha contratado a Bummi, que es madre de Carole...

         Resulta muy interesante leer la experiencia de estas mujeres y hombres, llegados desde las antiguas colonias (Nigeria, Sudáfrica, el Caribe, Etiopía...) en los años cincuenta y sesenta a una Inglaterra clasista, racista y patriarcal. Después nacen sus hijos, la segunda generación de inmigrantes, en general exitosa si saben adaptarse a las reglas, que remueven los cimientos de esa sociedad gracias a un poco de rebeldía y a un mucho de trabajo duro. La autora nos habla de la riqueza cultural que trajeron con ellos al tiempo que, seguramente la mayor parte de las veces de manera inconsciente, introducían una cuña que hizo tambalearse las columnas de esta sociedad dormida. La sociedad inglesa actual, viene a decir, se ha hecho más abierta, más expansiva, más debatible y autoconsciente, gracias a la diáspora africana que se ha mezclado con su sangre.

         Los personajes conversan, reflexionan y de alguna manera se convierten en portavoces de muchos asuntos de interés nacional. Se critica la política educativa y se alaba el poder de la educación para cambiar vidas a través de Shirley, se hace historia del movimiento feminista con Penélope, que reflexiona sobre cómo encajar el matrimonio dentro del feminismo, se aborda el tema del género trans con Megan/Morgan, que defiende el sexo no binario (gender-free) y nos ilumina en la difícil distinción entre lo heredado y lo aprendido. El Brexit es motivo de reflexión para Roland. Con Yazz y sus amigas estamos ante un tipo de jovencitas muy actual: libres de los condicionantes de clase, sexo y religión, herederas de los logros de la generación anterior, únicamente persiguen una carrera que les asegure su bienestar en el futuro. Con Dominique llega Nzinga, que personifica lo que toda mujer (¿feminista?) aborrece en un hombre: es controladora, dominante, obsesiva, manipuladora ("solamente una mujer negra puede amar verdaderamente a otra mujer negra") agresiva y finalmente violenta. Carole, vicepresidenta de un banco en la City, es la viva imagen del éxito pero a costa de cambiar completamente y olvidar sus orígenes. Creo, sin embargo,  que el asunto que más sólidamente permea el libro es el racismo. Todos los personajes en diferente medida lo han sufrido: Amma en el teatro, Bummi en el bus, Lennox con la policía, Hattie en la Inglaterra rural del norte del país....

         Son doce historias en total, doce historias que conforman un mosaico de la sociedad inglesa moderna vista desde la perspectiva de doce mujeres (mayormente negras, algunas lesbianas, bastantes de ellas inconformistas) contadas por Bernardine Evaristo con un evidente cariño hacia sus personajes. Es una escritura vibrante, irónica a veces, otras poética, humorística también. Un escritura veloz gracias a los continuos cambios del punto de vista narrativo, creíble (asombroso el oído de la escritora para reflejar las diferentes hablas y el argot  de la calle, de los inmigrantes, de los jóvenes... ) y variada ( personajes de todas las edades, diferente escala social, diferente orientación sexual....) ¡¡Me encantó los comentarios sobre los zapatos de tacón!! (p. 140). Está escrita la novela en un continuum, sin puntos ni mayúsculas, siguiendo una pauta que favorece una lectura fluida y vivaz.  Precisamente esta misma fluidez favorece la continua vuelta de los personajes a su pasado y que éste se fusione con el presente de todos ellos, cohesionando así una novela de estructura compleja y acertada  resolución. (Cada capítulo está formado por tres personajes; los dos primeros son familia y el siguiente permanece libre para ampliar o redondear la unidad del mismo).  

         Si a la autora le costó seis años escribir esta novela como he leído, a nosotros, sus lectores, nos costará una semana leerla; es un libro apasionante, un auténtico page-turner. Os enganchará.                         

jueves, 23 de julio de 2020

El mal de Corcira, de Lorenzo Silva


"¿Hasta qué punto nos conforma aquello contra lo que luchamos?"

         Sí, también me gusta el género policiaco. Y no sólo el  que se hace fuera de España sino también el de aquí, el que ha nacido y crecido  de la mano de Vázquez Montalbán, Juan Benet o Eduardo Mendoza. Más actualmente, entre mis favoritos está Lorenzo Silva y Bevilacqua y Chamorro, los guardia civiles protagonistas de la serie de su mismo nombre, que han hecho famoso a su autor.
         Los conocí en El alquimista impaciente, novela que ganó el Premio Nadal en el año 2000. Por entonces él era un sargento de la Guardia Civil y ella una Guardia sin más. Que un novela policiaca esté protagonizada por una pareja de investigadores no es nada raro dentro del género (acordaos de Sherlock Holmes y Watson), pero sí lo es que éstos sean un hombre y una mujer (estoy hablando de literatura, no de cine o televisión), y más aún que sean Guardia Civiles. Nadie que yo sepa lo había intentad hasta ahora con este cuerpo parcialmente militarizado.
         En su última novela, Lorenzo Silva propone a Bevilacqua,  Vila es más fácil de recordar, un puzzle que lo llevará de nuevo a Guipúzcoa, donde pasó unos años dentro de la época más dura de los asesinatos de ETA. Con este trasfondo el ahora subteniente investiga la muerte de un antiguo terrorista homosexual asesinado en Formentera. Como entonces, la fortaleza de Vila reside más en su cerebro que en el uso de la fuerza y es, de hecho, su inteligencia, su habilidad analítica y su experiencia lo que le llevan a resolver con éxito el embrollo.
         Si entonces El alquimista impaciente le sirvió para entrar en el infierno de la droga y de la prostitución, del dinero sucio y de la delincuencia de alto nivel, su nueva novela le sirve para revisitar los duros años de los asesinatos de ETA. Vuelve a ser Belvilacqua aquí el guardia honesto digno y cívico, culto hasta extremos insospechados ahora (lee a Deleuze, Guattari y a Tudícides, de quien procede el título de la novela), que a muchos les resulta increíble. No obstante, y este es mi parecer, agrada a muchos lectores encontrarse con protagonistas que, lejos de la amargura y el cinismo de muchos investigadores (y aunque él sea un admirador del género clásico norteamericano como ya demostró en El alquimista impaciente aludiendo a El sueño eterno), valoran el sentido del deber, la recompensa de un trabajo bien hecho y que además sienten compasión por sus víctimas.
         En la nueva novela, más que nunca, y quizás porque Vila es ya un Guardia mayor, con un divorcio a sus espaldas y un hijo también en El Cuerpo, hay más tiempo para ver al hombre prudente y juicioso que es. Licenciado en Psicología, el análisis y la reflexión han sido siempre características del  personaje. A través de sus introspecciones conocemos su opinión sobre el sistema policial español y sobre lo que supuso para ambos bandos y para el Cuerpo al que pertenece el activismo terrorista. Como buen analista no dejará de reflexionar "sobre su propia experiencia de lo ocurrido, de lo que hizo y lo que dejó e hacer en aquella guerra entre conciudadanos como la que 25 siglos atrás hubo en Corcira -hoy Corfú- y que Tudícides describió en toda su crudeza. ¿Hasta qué punto nos conforma aquello contra lo que luchamos? " -Editor dixit-. Es una pregunta incómoda que queda en el aire.
En definitiva, leed este libro. Además de tener un argumento interesante, una trama bien forjada y unos personajes atractivos, se apoya en una escritura ágil y viva que hará que no puedas dejar de leerlo hasta darle fin.

Todo es posible, de Elizabeth Strout


"Todos nosotros queremos un público. Si hacemos algo y nadie lo sabe. ¿Lo hicimos?"

         No voy a deciros que este libro es continuación de Me llamo Lucy Barton, reseñado en este mismo blog en el mes de abril, pero sí que es una indagación más profunda en los personajes y en la historia que nos contó entonces. Es eso y más. Es una historia de historias, es una novela que no nace de la memoria de Lucy pero eso es lo de menos, porque Strout no sólo quiere contarnos qué fue de aquellos seres humanos, quiere contarnos de todos aquellos que tienen en común la lucha, la fatiga para salir adelante en medio de los acontecimientos más  adversos.
         Sister es la historia central. Al fin, después de tantos años, Lucy vuelve y los tres hermanos se reúnen en la casa familiar. Recuerdan y el recuerdo se vuelves doloroso y catártico a la vez. Ellos, los Barton, eran American trash, es decir lo más bajo de la sociedad americana, vivían en un garaje helado y se alimentaban de la basura de los contenedores. El padre de Lucy sufría las secuelas de la guerra y la madre, modista, era dura, casi inhumana, en su ansia de supervivencia. Lucy consigue escapar y llegar a Nueva York donde se convierte en una afamada escritora gracias a un libro que es memoria viva de su infancia. En un tour de promoción, diecisiete años después, vuelve a Amgash, su pueblo, y si pensaba que con su huída había conseguido la redención total, estaba muy equivocada, basta una conversación con su hermana mayor para que le dé un ataque de pánico y tenga que volver a toda prisa a Nueva York.
         El grueso del libro lo componen las historias de personajes que sólo conocimos de forma tangencial en su anterior novela: sus primos y tíos, el conserje del Instituto donde estudiaba, su compañera de escuela Patty... A través de ellos y de sus parientes y amigos se va conformando la verdadera historia de Lucy, desde otros puntos de vista que la enriquecen y que la amplían. De este modo también dejan de convertirse en personajes tangenciales para ser protagonistas de su propias historias, convirtiéndose Lucy en un escenario, a veces en un catalizador, otras en objeto de reflexión y esclarecimiento. Hablando de reflexión no puedo pasar por alto la función que cumple el paisaje, un personaje más. La descripción del mundo natural: las praderas de Illinois, el viento, el horizonte, las diferentes tonalidades que adquiere la luz del sol a lo largo del día y  del año,,, (el mar en Mississippi Mary)... son protagonistas de muchas páginas y forman parte del fondo espiritual de estos personajes.       En una entrevista a Elizabeth Strout ella misma reconoce la importancia que el mundo físico tuvo en su infancia, aislada de otros niños, el bosque de su New Hampshire natal se convirtió en su mejor amigo. Esta confesión  me lleva a pensar que la protagonista de Snow-blind (el único relato que no es original) pudiera tener algo de la propia autora, y así desafiar mi primera idea, la de creer que esta historia era la única del libro que no tenía nada que ver con la de Lucy Barton. Por supuesto, esta idea no era desde el principio del todo cierto, hay un hilo conductor a lo largo del libro que enlaza a todo estos personajes y los convierten en un todo: el aprendizaje producto de la experiencia, del tiempo que desgrana apuntes que nos llevan a ver, a entender mejor. ¿No es esta nuestra máxima aspiración? Ojalá todo estuviera en la vida real tan atado como en una novela. Pero ¿qué más podemos pedir? Es literatura, es ficción, es una obra de arte. Ni más, ni menos.
         No quiero finalizar esta reseña sin hacer referencia al título del libro. Si Sister ocupa una posición central en la novela, Gift la cierra. La traducción al español es regalo u obsequio, y de eso se trata, del obsequio que un personaje menor, un actor en horas bajas (que sin embargo se convierte en el oráculo a través del cual la autora analiza con perspicacia la psicología de los seres humanos), hace a Abel, el regalo de una verdadera amistad y si este regalo le puede llegar a él en ese momento al final de su vida, todo es posible para cualquiera.



viernes, 26 de junio de 2020

La niña perdida, de Elena Ferrante


"Tuve la sensación de haberme topado con una enésima prueba de lo espléndida y tenebrosa que era nuestra amistad"

            La niña perdida es el cuarto y último volumen de la serie de cuatro libros que Elena Ferrante empezó con La amiga estupenda, reseñado más abajo. Esta serie que cuenta la vida de Lenú y Lila desde la infancia hasta la madurez teniendo como telón de fondo la Italia de los años cincuenta sesenta y setenta, y más concretamente la ciudad de Nápoles, es mucho más que la historia de una amistad debido a eso, pero también debido a otros elementos que enriquecen la ficción hasta convertir su lectura en una apasionante experiencia que nadie debiera perderse.
            La maestría narradora de la autora se consuma en su habilidad para entretejer muchas otras historias alrededor de la de las dos amigas, que la enriquecen y la ensanchan, convirtiéndola en un fresco de la Italia de aquellos años, del engranaje del poder, del trabajo de las editoriales, de la efervescencia política, del compromiso de los jóvenes y su deseo de cambio, del despegue de la emancipación femenina, de las exigencias del matrimonio y de los hijos, e impregnándolo todo la violencia y la corrupción,  que se cuela en sus familias y entre los amigos del barrio de Nápoles donde nacieron.
            Qué profundidad al retratar psicológicamente a sus personajes, qué sutileza al analizar sus emociones, qué sabiduría al analizar la relación entre las dos mujeres, huyendo siempre del maniqueísmo, mostrando certeramente su personalidad poliédrica, compleja, qué disfrute dejarse seducir por su escritura. No voy a desvelar el argumento, a todos nos gustan las sorpresas.

domingo, 31 de mayo de 2020

Los errantes, de Olga Tokarczuk


"Muévete, no pares de moverte. Bienaventurado es quien camina."

         Olga Tokarczuk, la escritora polaca que recibió el premio nobel de literatura de 2018 en 2019, ya había sido reconocida con el premio Man Booker International por Los errantes, la novela de la que os quiero hablar hoy aquí. Los errantes fue publicada por primera vez en polaco en 2007, con el título Bieguni  (el nombre de una secta eslava -posiblemente ficticia- cuya vida consiste en el movimiento constante para así poder escapar de las garras del diablo) y de su novela dice la autora:
"no es un libro de viajes... No es un diario de viaje ni un reportaje. Pretendo mirar más allá de lo que significa viajar, moverse, desplazarse."
         Entonces ¿qué es? porque no estamos ante la estructura clásica de la novela que cuenta una historia con un comienzo, un nudo y su correspondiente desenlace. Estamos antes que nada ante un mosaico de historias de diferente índole que van desde el apunte de viajes tomado a vuelapluma a una narración más estructurada como la que tiene como protagonista a Kunicki, un hombre que pierde a su mujer y a su hijo en un viaje a una isla croata (que además interrumpe y luego retoma al final del libro) o la de los viajes del doctor Blau, o la que cuenta cómo Ludwika consigue introducir en Polonia el corazón disecado de su hermano Chopin o la biografía ficticia de Philip Verheyen, el científico holandés del S. XVII que escribía cartas a su pierna amputada... Encontramos también una narración epistolar como las cartas que dirige a Francisco I la hija de Solimán pidiendo que le devuelva el cuerpo momificado de su padre y alguna tan emocionante como el encuentro de la narradora con el amante de la adolescencia que le pide el último favor.
         La idea que da sentido a esta aparente maraña narrativa, es la idea del viaje, de lo que supone ir más allá del puro desplazamiento (el libro se titula en inglés Flights). Nosotros, con nuestros aeropuertos y con nuestras rutas aéreas somos los modernos Errantes, siempre en fuga, huyendo del tiempo, el auténtico protagonista de la novela, y por eso se recrea en  contar la historia de los embalsamientos, del esfuerzo humano por salvar el cuerpo de la corrosión de los años, y así comienza con los coleccionistas de monstruosidades (malformaciones conservadas en diferentes mixturas) del S. XVII, los modelos de cera, la plastinación y termina en la actualidad con la preservación polimérica.
         Es un libro grandioso porque abarca infinidad de contenidos y un sinnúmero de estructuras y géneros literarios, un compendio muy personal y a la vez de grandísimo interés para un lector avezado. Un consejo, absténganse neófitos de la literatura y cerebros oxidados: Olga vuela alto.

sábado, 9 de mayo de 2020

La amiga estupenda, de Elena Ferrante



"Tú eres mi amiga estupenda, tienes que llegara ser la mejor de todos"

Por fin he leído La  amiga estupenda y ha sido un descubrimiento maravilloso. Había oído hablar de esta mujer ( no sabemos nada cierto de ella) y de su habilidad para contar, pero no me imaginaba que su destreza literaria iba a devolverme a la adolescencia, a aquella época en que devoraba libros sin parar, cuando leía en cualquier sitio, a cualquier hora del día, en cualquier momento del año, escondida incluso para que nadie me interrumpiese (mi madre siempre preocupada, no leas tanto, vas a dejarte la vista en los libros, como así ha sido). ¡Qué admirable habilidad la del escritor capaz de sustraernos a la realidad con tal intensidad que no reparamos en tiempo, ni en familia, ni en amigos, prefiriendo su abrazo portentoso que nos engulle para luego devolvernos a otra realidad, mucho más interesante que la nuestra por lo general. Y si no lo es, el autor hace que lo veamos así. ¡Quién tuviera tal poder!
He habitado en los últimos días un barrio pobre de las afueras de Nápoles en las décadas de los cincuenta y los sesenta y he sido testigo de la amistad entre Lenu y Lila, desde que se hacen amigas inseparables de pequeñas (precioso ese juramento de amistad que es el episodio de las muñecas) hasta que se hacen adolescentes y Lila se casa con sólo dieciséis años.
Lenu es la narradora y a través de sus ojos somos testigos de la violencia y la pobreza del barrio, y de las relaciones que se establecen entre sus moradores (menos mal que al principio se dedican un par de hojas a explicar quién es quién; hay muchísimos). El hilo que vertebra la narración es la relación entre las dos amigas, la bondadosa y estudiosa Lenu y la inteligentísima y ¿mala? Lila. Es una relación de fidelidad sí, pero también de competencia, la una el espejo invertido de la otra, aunque conmueve la dependencia de Lenu con respecto a su amiga.
A la infancia le sigue la adolescencia donde la relación  entre ellas se hace más compleja si cabe, al tiempo que a través de la Lenu adolescente somos capaces de entrar más adentro en la psicología de los personajes del barrio, los enfrentamientos entre los chicos, las alianzas entre las chicas, las rencillas familiares con el trasfondo político de la posguerra, el mercado negro y la corrupción.
Salir de aquello no es fácil. Lenu es la primera que lo consigue. Gracias a sus logros como estudiante hace el bachillerato en Nápoles y poco a poco comienza a separarse primero de Lila y después de sus amigos y familia. Es en la boda de Lila cuando toma conciencia de lo diferente que es a todos ellos, de su falsa pertenencia y donde apura hasta el fondo su soledad. Lila, por su parte, consigue escapar de la miseria llevando con ella a su familia al casarse con uno de los chicos más ricos del barrio, pero Ferrante no nos va a permitir que acabemos el libro sin que sopesemos su significado al completo, gracias a un mínimo detalle. ¿Cómo no voy a salir a por el siguiente volumen en cuanto abran las librerías?


jueves, 30 de abril de 2020

Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlin



"La historia lo es todo"
            No suelo hablar de la vida de un escritor en mis reseñas porque la mayoría de las veces no es relevante para el texto, pero en esta ocasión es necesario hacerlo porque la vida y la obra de esta escritora se entrelazan sutilmente una veces y otras de forma obvia (en dos historias que yo recuerde ahora mismo la protagonista es una viuda con cuatro hijos a cargo).
            Lucía Berlin nació en Alaska. Su padre, ingeniero de minas, trasladó con él a toda su familia por yacimientos de Idaho, KentucKy y Montana (lugares que aparecen en sus relatos). Cuando el padre se fue a la guerra, ella, su hermana y su madre se trasladaron a El Paso (Texas) donde asistió a un colegio de monjas en el que ella era la única niña protestante (experiencia que cuenta en Estrellas y Medallas). A su vuelta se instalaron en Chile donde pasó a ser una niña americana de clase media a una señorita de clase alta, lo que se refleja también en sus historias. Comenzó a escribir después de pasar por la Universidad de Nuevo México y se casó tres veces, la última con el músico de jazz, Buddy Berlin. Se divorciaron en 1968 y las dos décadas siguientes las pasó en California haciendo diferentes trabajos para sobrevivir: profesora, recepcionista, ayudante de enfermería, limpiadora... Todas estas experiencias, además de su adicción al alcohol y posteriores desintoxicaciones quedan reflejadas también en sus relatos: La lavandería de Ángel, Su primera desintoxicación, Step, Strays...cuentan con una protagonista alcohólica. En Punto de vista estamos ante una recepcionista, en El Tim ante una profesora de español, en Mi jockey ante una ayudante de enfermería, en Manual para mujeres de la limpieza, con una limpiadora... También relata sus viajes a México para visitar a su hermana enferma de cáncer en la tristísima Espera un minuto. En 1994 consiguió una plaza en la Universidad de Colorado como profesora asociada. Allí pasó los últimos años de su vida hasta 2001 cuando volvió a California para estar cerca de sus hijos. Murió en 2004 de cáncer de pulmón.
            Uno de sus hijos dijo después de  su muerte algo así como que su madre escribió historias auténticas, no necesariamente autobiográficas, pero casi. Se trata de un tipo de narrativa que se llamaría posteriormente auto-ficción, la narración de la propia vida contada de una forma artística. El mismo hijo reconocía que los recuerdos de su familia estaban tan reformados, embellecidos y recreados que muchas veces no sabía lo que realmente ocurrió. La propia autora reconoció que exageraba, que mezclaba ficción y realidad, pero que no mentía. Desde luego inventaba cosas, pero también lo es que pensar que pudieron ocurrir les añade verosimilitud.
            Dejando a un lado el contenido de sus relatos, quiero centrarme ahora en el artificio, en esa fórmula tan personal que convirtió todo aquello en ficción. hay un finísimo hilo que separa a la narradora de la protagonista, pero existe, lo hay. Es la narradora la que usa hermosas metáforas como "Muñoz descansaba inconsciente, un diminuto dios azteca. Como su ropa era tan complicada (intenta desnudarlo) era como si estuviera llevando a cabo un elaborado ritual.... como en Mishima donde se usan tres páginas para quitarle el kimono a la mujer... Acaricié su hermosa espalda, que se estremecía y brillaba como la de un potro" cuenta en Mi hockey. Me maravilla su fino oído para capturar el habla popular; hay muchísimos ejemplos de ello pero digamos que en el relato que da título al libro se percibe más concentrado ya que aquí la protagonista usa diferentes autobuses que hacen parada en diferentes barrios donde las mujeres suben y bajan produciendo una variedad lingüística riquísima. Asombra también la atención que muestra a los detalles mínimos y cómo confrontándolos crea imágenes inolvidables. Su habilidad técnica queda reflejada en pequeñas frases que son joyas: "Las mujeres de la limpieza roban.... todo lo que yo robo son pastillas para dormir. las guardo para los días lluviosos" porque en una sola línea nos desvela el sentido profundo de la historia.  La voz narradora de Lucía Berlín es una voz compasiva y distante a la vez cuando muestra las debilidades del ser humano; no se alza crítica, no juzga, sólo muestra lo que ve con una economía del lenguaje que me hace recordar el estilo de R. Carver.
Disfrutad de estas historias, leedlas poco a poco, tendréis para vosotros solos durante mucho tiempo la azarosa vida y la destreza literaria de Lucía Berlin.


martes, 21 de abril de 2020

Me llamo Lucy Barton, de Elizabeth Strout



"Pero esta es mi historia. Esta. Y mi nombre es Lucy Barton"

            Elizabeth Strout es una escritora ya muy conocida para los lectores gracias a su novela Olive Kitteridge (Premio Pulitzer 2009) y más aún por la adaptación que de ella hizo HBO para la televisión (que también os recomiendo, con la siempre maravillosa Frances McDormand como protagonista)
            Sé que llego tarde para hacer la recensión de esta novela. Ha tenido que ocurrir un confinamiento en el más estricto sentido del término para obligarme a poner al día tantas lecturas retrasadas. Nietszche decía algo así como "un hombre leído hasta la ruina", pues algo así, pero en versión femenina.
            La novela de Elizabeth Strout gira en torno a la relación afectiva  entre la protagonista, cuyo nombre da título al libro, y su madre. Lucy está en el hospital aquejada de una enfermedad sin diagnosticar y su madre, a la que hace años que no ve, pasa cinco días con ella haciéndole compañía. En este pequeño marco,  donde aparecen en ocasiones su médico y las enfermeras que la atienden, Lucy indaga en su pasado desde su infancia en una pequeña granja de Illinois hasta el momento actual, casada y con dos hijas, convertida ya en la escritora que quería ser.
            El libro avanza entre las historias contadas por la madre y la de la propia Lucy. A través de ellas conocemos la solitaria infancia llena de privaciones, el hambre, el frío  y lo que era más duro aún el rechazo social que producía la pobreza en que vivían. El trastorno psicológico  que sufre el padre tras volver de la Segunda Guerra Mundial, la represión emocional  de la madre (es incapaz de decirle a su hija que la quiere) en su lucha por la supervivencia, la exclusión social.... Lucy intenta darle sentido a todos aquellos recuerdos, sin acritud, sin sentimentalismo, con un  distanciamiento protector que impide que la historia caiga en el drama. Más bien al contrario, asombra la lucidez y la neutralidad con la que narra la escasez económica, cultural y emocional en la que vivió durante tantos años.
"La soledad fue lo primero que saboreé en mi vida, y estuvo siempre allí, escondida en las hendiduras de mi boca recordándomelo"
            Los libros ahuyentaron esa soledad que la convertiría en escritora (recuerda cómo se quedaba leyendo después de la escuela para poder disfrutar del calor que hacía allí hasta que el conserje la echaba). De gran ayuda fue también los consejos que le brinda una escritora ficticia, Sarah Payne, a cuyas clases de escritura creativa asiste durante un tiempo inespecífico. "Be ruthless", le dice, es decir, sé inflexible, dedícate a ello sin concesiones y no te preocupes por la historia que estás contando "sólo tendrás una. Escribirás tu única historia de maneras diferentes". Lucy intenta contarnos su historia de diferentes maneras en efecto y lo hace desde una mirada bondadosa, a veces cándida, otras perspicaz, usando un lenguaje desnudo, sencillo, que alude directamente a lo representado para exponerlo sin tapujos, ajena a noción alguna de vergüenza,  rencor u odio.
            Al final, cuando su madre muere y su matrimonio se acaba, cuando sus hijas arremeten contra ella por haberse ido.... todo ello se refina y condensa en eso, su historia.
            Olive Kitteridge fue adaptada a la televisión y Lucy Barton ha sido llevada al teatro. Parece asombroso cómo los personajes creados por esta escritora reclaman para sí mismos nuevas versiones y adaptaciones. No lo será tanto si consideramos que uno de los más firmes elogios que se pueda hacer de la literatura sea la capacidad que tiene de permitirnos entrar en la vida de alguien para entendernos mejor a nosotros mismos.