Dejadme
ser una zorra fría, dejadme ser la reina de hielo.

Hasta
la página cincuenta aproximadamente no aparece el título, y está
relacionado con la idea de que el sueño será productivo: "si duermo lo
suficiente, me renovaría, renacería". Con esa propuesta en mente inicia un
periodo de hibernación a base de tomar todo tipo de hipnóticos, como Valium,
Orfidal, Benadryl, Risperdal y una droga inventada, la más potente de todas,
Infermiterol, que le produce tres días seguidos de sueño, del que despierta sin
recordar absolutamente nada, sin embargo sabe que ha estado activa, algunas
cosas lo delatan: un nuevo abrigo, unas fotos en un club, comida Thai en su
cocina.... Está convencida que tras ese año renacerá como una persona nueva,
sin reproches, serena. La Dr Tuttle es la psiquiatra que la provee de
pastillas. Una mujer que es en sí misma la parodia del "loquero loco".
Su desparpajo para recetarle todo tipo de drogas está de triste actualidad
ahora que el estado de Ohio ha demandado a diferentes farmacéuticas y
distribuidores por el escándalo de los opiáceos, que han provocado primero la adicción y luego la
muerte de decenas de personas en los Estados Unidos.
El libro comienza con una especie de
Oda al Sueño, fuente de placer y libertad, puerto seguro ante las miserias de
la consciencia. Olvidar la realidad, su realidad, olvidarse de sí misma, de su
falta de talento, de una familia que nunca lo fue, de los recuerdos dolorosos,
también de su incapacidad para querer, para dolerse de su fracaso personal, para
olvidar su capacidad de ver más allá del engaño en el que consigue sobrevivir
la mayoría de la gente... Una mirada distante, afilada como cuchillo de
carnicero, que me ha hecho revivir el existencialismo más auténtico de los
clásico franceses del movimiento.
Por otro lado, es fácil relacionar el
sueño liberador con el suicidio. Otessa Moshfeigh lo hace aquí también y en
cierto momento, cuando su personaje empieza a fantasear con las delicias de una
muerte rápida e indolora, empezamos a pensar que éste pueda ser el final de la
novela. Sí, hay un final aquí para alguien, pero no voy a desvelar para quien.
Esta novela es mucho más que eso. La autora de Eileen, sigue siendo un punto y aparte dentro del panorama
de la literatura actual. Empezó publicando historias cortas en algunas revistas
como hacen la mayoría de los escritores que comienzan, pero sólo ella se atrevió
a publicar una historia semiautobiográfica sobre un escritor de renombre que
intenta aprovecharse de una jovencísima escritora en ciernes a cambio de sus consejos
literarios. En este cuento, publicado por Granta con el título de Jailbait (chica menor de edad),
aparecen algunas afirmaciones que la retratan como la novelista que luego
sería: "Esa es la clase de escritora que siempre he querido ser, una
creadora de problemas "(troublemaker) o
"una tiene que comportarse
mal de alguna manera para escribir sobre el combate en una sociedad tan cómoda
con la mediocridad más palpable" son toda una declaración de
intenciones. Además, y esto es una apreciación personal, he encontrado en su
protagonista algunas disquisiciones existenciales comunes a la protagonista
de Mi
año de descanso y relajación: "Quería de verdad usar la escritura (la pintura) para
alcanzar un ámbito de existencia más alto, lejos de la estupidez que veía en
mis compañeros, profesores y padres.. la vida no tendría sentido a menos que mi
arte alcanzara una comprensión de quién era yo y qué estaba haciendo aquí".
¿Hay en este libro más de Ottessa de lo que podríamos suponer?