"Pero
esta es mi historia. Esta. Y mi nombre es Lucy Barton"
Elizabeth Strout es una escritora ya
muy conocida para los lectores gracias a su novela Olive Kitteridge (Premio
Pulitzer 2009) y más aún por la adaptación que de ella hizo HBO para la
televisión (que también os recomiendo, con la siempre maravillosa Frances
McDormand como protagonista)
Sé que llego tarde para hacer la
recensión de esta novela. Ha tenido que ocurrir un confinamiento en el más estricto
sentido del término para obligarme a poner al día tantas lecturas retrasadas.
Nietszche decía algo así como "un hombre leído hasta la ruina", pues
algo así, pero en versión femenina.
La novela de Elizabeth Strout gira
en torno a la relación afectiva entre la
protagonista, cuyo nombre da título al libro, y su madre. Lucy está en el
hospital aquejada de una enfermedad sin diagnosticar y su madre, a la que hace
años que no ve, pasa cinco días con ella haciéndole compañía. En este pequeño
marco, donde aparecen en ocasiones su
médico y las enfermeras que la atienden, Lucy indaga en su pasado desde su
infancia en una pequeña granja de Illinois hasta el momento actual, casada y
con dos hijas, convertida ya en la escritora que quería ser.
El libro avanza entre las historias
contadas por la madre y la de la propia Lucy. A través de ellas conocemos la
solitaria infancia llena de privaciones, el hambre, el frío y lo que era más duro aún el rechazo social
que producía la pobreza en que vivían. El trastorno psicológico que sufre el padre tras volver de la Segunda
Guerra Mundial, la represión emocional
de la madre (es incapaz de decirle a su hija que la quiere) en su lucha
por la supervivencia, la exclusión social.... Lucy intenta darle sentido a
todos aquellos recuerdos, sin acritud, sin sentimentalismo, con un distanciamiento protector que impide que la
historia caiga en el drama. Más bien al contrario, asombra la lucidez y la neutralidad
con la que narra la escasez económica, cultural y emocional en la que vivió
durante tantos años.
"La
soledad fue lo primero que saboreé en mi vida, y estuvo siempre allí, escondida
en las hendiduras de mi boca recordándomelo"
Los libros ahuyentaron esa soledad
que la convertiría en escritora (recuerda cómo se quedaba leyendo después de la
escuela para poder disfrutar del calor que hacía allí hasta que el conserje la
echaba). De gran ayuda fue también los consejos que le brinda una escritora
ficticia, Sarah Payne, a cuyas clases de escritura creativa asiste durante un
tiempo inespecífico. "Be ruthless",
le dice, es decir, sé inflexible, dedícate a ello sin concesiones y no te
preocupes por la historia que estás contando "sólo tendrás una. Escribirás
tu única historia de maneras diferentes". Lucy intenta contarnos su
historia de diferentes maneras en efecto y lo hace desde una mirada bondadosa,
a veces cándida, otras perspicaz, usando un lenguaje desnudo, sencillo, que
alude directamente a lo representado para exponerlo sin tapujos, ajena a noción
alguna de vergüenza, rencor u odio.
Al final, cuando su madre muere y su
matrimonio se acaba, cuando sus hijas arremeten contra ella por haberse ido....
todo ello se refina y condensa en eso, su historia.
Olive Kitteridge fue adaptada a la
televisión y Lucy Barton ha sido llevada al teatro. Parece asombroso cómo los
personajes creados por esta escritora reclaman para sí mismos nuevas versiones
y adaptaciones. No lo será tanto si consideramos que uno de los más firmes
elogios que se pueda hacer de la literatura sea la capacidad que tiene de
permitirnos entrar en la vida de alguien para entendernos mejor a nosotros
mismos.
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