"El
futuro lleva siempre algo del pasado"
La última novela de Jeanette Winterson
hace su aparición en un momento en que la Inteligencia Artificial (AI) se ha
convertido aparentemente en motivo de reflexión para la novela británica
actual. Hablo de Murmur (2018) de Will Eaves o Machines Like Me (2019) de Ian
McEwan, también reseñada en este blog.
Frankisstein es una novela compleja en
la que corren paralelas dos líneas temporales y de pensamiento: el Romanticismo
del S. XIX y el Voluntarismo de la época actual. El paralelismo entre el
creador del famoso monstruo y del que se pergeña en este futuro por venir se
advierte ya en sus nombres: Victor Frankenstein deviene Victor Stein, el
profesor que defiende un futuro en manos de la inteligencia artificial que se
programará a sí misma (lo hace en Memphis, que se fundó en 1818, un año antes de que se publicara Frankenstein; el
libro está lleno de referencias de este tipo).
Con la voz de Mary Shelley nos
adentramos en aquellos turbulento tiempos tras la Revolución francesa y los
cambios de todo tipo que trajo consigo: el deseo de libertad sobre todo, en el
caso de la mujer también (tristes son las reflexiones de Mary al respecto con
el paso del tiempo). Ya todos sabemos cómo con tan solo diecinueve años huyó de
casa con su hermanastra Claire, el doctor Polydori, Byron y P.B.Shelley, los
renombrados poetas del romanticismo inglés. De todos es sabido también cómo
encontrándose a orillas del lago Lemán en una noche de tormenta, Mary propuso
escribir la historia más terrorífica y cómo de ese desafío nació el monstruo
universalmente conocido.
Como Victor Frankestein, Victor Stein
aspira a crear vida nueva, pero esta vez dejando de lado el cuerpo corruptible
y exigente (sólo es el soporte del cerebro; la criogenización es una pérdida de
tiempo, nadie sabe cómo recuperarlo), sería suficiente con descargar en el
sistema nuestro cerebro, de este modo la vida eterna sería una realidad. "Sólo
somos datos", asegura a Ry Shelley, el doctor transexual, híbrido, como él se
denomina a sí mismo, del que se enamora precisamente por su cuerpo/mente de
bordes imprecisos, esa fluidez, ora masculina, ora femenina, que lo hace tan
especial. Ry, que se reconoce también como transhumanista, ha alterado su
cuerpo para adaptarlo a su mente, a su cerebro; "el cerebro es más amplio
que el cielo" dice la cita de Emily Dickinson que la autora utiliza como
prefacio a un capítulo/sección(?).
Janette Winterson ha realizado un
trabajo fantástico, ha creado una novela estructuralmente innovadora y
sustancialmente profunda. Profunda porque analiza la naturaleza de la
consciencia, la vinculación entre la mente y el cuerpo, la locura (el apartado
dedicado a Bedlam es angustioso y en él crea un juego de espejos:
metaliteratura en estado puro), reflexiona sobre el concepto de realidad y la
esencia del amor, sobre los avances tecnológicos y las disyuntivas morales que
nos crearán, explora la sexualidad y la comprensión de la identidad múltiple y
si para ello lo necesita, no duda en hacer referencia a Ovidio y sus
Metamorfosis, a Pigmalión y Prometeo, a Virginia Woolf y Margaret Atwood, a
Darwin y Turing, a elementos de la cultura popular como los superhéroes del
cómic, Talking Heads, Los Eagles, Blade Runner... El soneto 53 de Shakespeare y
los versos de La canción de Ariel (tallados en la tumba de Shelley en
Roma) de La Tempestad sirven de prefacio también a sendos capítulos.... Tengo
que reconocer que la referencia al movimiento Me too y la deriva que toma me trastornó. En medio de temas tan
profundos hay momentos para la risa, el sarcasmo (las menciones al creador de
Facebook, Trump o Bolsonaro) y la parodia. El final del relato a cargo de Ry es
un capítulo de una comedia en el que el científico loco, rodeado de todos los
personajes de la trama, manipula el artefacto de su invención sumiéndolos en la
oscuridad y el temor a la muerte. Las referencias a un concepto de la religión
mercantilista en boca de Claire, la búsqueda de la exclusiva periodística en
Polly(dori) y el machismo del adinerado Ron Lord(Byron), dejan a nuestro
narrador (ma)Ry Shelley como la única inteligencia superviviente en medio de la
locura generalizada.
La historia que cuenta Mary Shelley
acaba cuando ya en la edad adulta recibe la invitación para un banquete donde
conoce a Ada Lovelace, la hija que Byron quiso educar lejos de la literatura, que
se convertiría en la gran matemática que inventó la programación. La ciencia y
la literatura unidas, dos mujeres libres gracias a su inteligencia; ¿sabía
Byron que ambas palabras, libre y libro, proceden de LIBER en latín?
Seguramente sí. Y también él, como Victor Stein sabía que leer es la única
forma de entender.