"Miente como un testigo ocular"
Encontré este libro por casualidad
una tarde vacía de ciudad de interior trasteando entre las novedades que los
dueños de la librería Galatea nos traen cada cierto tiempo desde Inglaterra.
He de reconocer que Julian Barnes se
encuentra entre mis escritores favoritos. Títulos como La única historia, El sentido de un final, Arthur&George, El hombre
de la bata roja o Inglaterra, Inglaterra por ir un poco más lejos, están entre mis lecturas favoritas, las que
han dejado mejor y más largo recuerdo. Este escritor inteligente y artífice de
una prosa elegante, precisa, irónica y cultivada, que ha subyugado a una
cohorte de seguidores durante años, sigue mostrándose aquí como el gran
escritor que es con una historia de amor que, como siempre, va más allá de lo
anecdótico.
En esta ocasión, la historia que nos
presenta vuelve a cultivar la ironía y el humor que le caracteriza para contar
la historia de Stuart, Oliver y Gillian. Stuart (el hombre inteligente,
empleado de banca, sin aspiraciones intelectuales) está enamorado y se casa con
Gillian, que es restauradora de arte. Poco tarda su mejor amigo Oliver (el
artista, el intelectual, pero tan solo profesor de inglés para extranjeros en
una academia londinense) en enamorarse también de ella. Oliver no para hasta
conseguir que Gillian le corresponda, y aquí empieza el drama.
Concebida como un relato en primera
persona a tres manos, la historia se desarrolla por los meandros mentales de
estos seres ordinarios, que acaban haciéndose entrañables, para sacar a la luz razones,
pasiones, traumas, temores o sueños
escondidos en lo más profundo del subconsciente y que, sin embargo, determinan
el pensamiento y posterior comportamiento de los personajes.
El libro se lee de un tirón. Ayuda a
ello la estructura amena y fácil de seguir, y por otro lado el hecho de que el
lector siempre vaya un paso por delante, que siempre sepa más que los
atribulados protagonistas, también nos permite una lectura cómoda, omnipotente,
que nos permite saber y juzgar, para luego reelaborar nuestras impresiones y
volver a juzgar y entender, hilvanando y deshilvanando, de manera que nuestras
convicciones siempre quedan en el aire.
Tan buen
recibimiento tuvo el libro o tan bien se lo pasó Barnes escribiéndolo (o ambas
cosas a la vez), que decidió seguir contando la historia en Amor, etcétera (2000). Este último no
lo he leído, pero imagino que también podría convertirse en un buen en regalo
de Navidad, no lo olvidéis.
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