"Ese era el regalo de despedida de su padre: una galaxia de vidas humanas proyectadas hacia su curiosidad... Sentía el colectivo sin la necesidad de maquinaria. Y las historias, infinitas y particulares, le correspondería a él contarlas"
La nueva novela de
Jennifer Egan no es una continuación de El tiempo es un canalla
(A Visit from the Goon
Squad, premio Pulitzer 2010) pero tiene en común con
ella algunos de sus personajes secundarios y la experimentación literaria como
eje del relato.
La casa de caramelo
toma el título del cuento de Hansel y Gretel, convertida la casa aquí en
metáfora de una tentación, la de las nuevas tecnologías, un espacio heterogéneo
donde igual podemos ser huéspedes que convertirnos en la víctima de cualquier
usuario.
La novela está
organizada en diferentes historias, protagonizadas por diferentes personajes
con algún elemento en común. Parece imitar la estructura de una red social, en
este caso la creada por un gurú de la tecnología (Bix Bouton, un personaje de El
tiempo es un canalla) con un nombre, Mandala, que hace referencia a la
experiencia espiritual asociada a su uso.
En el primer
capítulo encontramos a Bouton en plena crisis creativa, dando a luz a una nueva
idea que fraguará en las historias posteriores bajo el nombre de Aprópiate del inconsciente, una
aplicación que permite a sus usuarios descargar su memoria en la nube y compartirla
con los demás, de modo que todos tienen acceso a la memoria de todos. Así la
hija de Bennie Salazar, un productor musical, también de El
tiempo es un canalla, acude a la aplicación para acceder
a unos recuerdos determinados de su padre. Esta experiencia, sin embargo, no
resulta igual de gratificante para todos; hay algunos, los llamados desertores
(es el caso de Miranda Kline, la profesora en cuyos textos se apoyó Bouton para
crear su red), que la abandonan para llevar una vida menos expuesta, más íntima
y a la vez más tradicional en este futuro no tan lejano en el que se plantea la
trama.
He dicho
anteriormente que la experimentación literaria es uno de los alicientes del
libro y así es. Me ha gustado que cada historia sea tratada formalmente de manera
diferente, desde el narrador omnipotente a la primera persona narrativa pasando
por la originalísima historia de la espía, contada como un manual de órdenes y
consejos mientras la protagonista lleva a cabo su labor de espionaje, o la de
la algebrización de situaciones, o la que se basa en una serie de mails que
diferentes personajes se cruzan entre sí...
Era difícil buscar
un final que aunara todas estas historias y Egan lo encuentra acudiendo a la
literatura, sabiendo que incluir todo el conocimiento es tanto como no incluir
nada y que solo la literatura es capaz de abarcarlo todo. Como analogía bien valdría
la escena en que Bix Bouton, cercano a la muerte, se aferra a una vieja copia
del Ulises de Joyce, todo el conocimiento de un mundo encerrado en unas cuantas
páginas.
Un libro para los
amantes de los libros, de la música y de las nuevas tecnologías; sin duda un
intento de abarcarlo todo, un intento que te seducirá.
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