"Hoy en día ves el atuendo, sabes lo que significa"
Como la propia autora
reconoce en los Agradecimientos de este libro, hubo una pregunta que se hizo
reiterativa: ¿Cómo cayó Gilead?. También tuvo que serlo ¿qué le ocurrió a
Nicole?, y a los que no vieron la serie de Hulu, ¿qué fue de Defred?
A estas y a otras
preguntas se responde en esta secuela del famoso libro de Margaret Atwood, El cuento de la criada, (a quien no lo haya leído, le recomiendo
que visite el apartado Si no sabes qué
leer, deja que te aconseje, en este mismo blog). Casi 35 años han pasado
entre uno y otro libro y la autora ha saciado la curiosidad de sus
lectores construyendo una historia que
no empieza donde lo había dejado, sino aproximadamente 16 años después, a
través de las palabras de tres narradoras bien diferentes: Tía Lydia, que
escribe el Ológrafo de Casa Ardua, donde viven las Tías, Agnes, que nos cuenta
lo que ha devenido de aquella sociedad totalitaria y puritana construida sobre
la violencia, y Nicole, que nos proporciona la perspectiva de una joven que
vive en Canadá y por tanto conoce Gilead desde fuera.
Lo más interesante
del libro son los capítulos del ológrafo
(testamento autógrafo) donde Tía Lydia cuenta cómo se formó Gilead además de
los entresijos del poder corrupto que la dirige. Como es habitual, Margaret
Atwood exhibe una prosa precisa y sobria para contar detalladamente cómo
cazaron y redujeron a las mujeres usando el miedo, la suciedad y la traición
para destruir la dignidad humana, tal y como ocurrió con los judíos antes de
ser llevados a los campos de concentración.
Agnes y Nicole, mucho
más jóvenes que tía Lydia, no saben nada de todo eso, pero su perspectiva de
las cosas enfrenta al lector con el día a día de una adolescente en Gilead en
el caso de Agnes (la escuela, los secretos de familia, las Martas, su boda
concertada...) y el de otra, Nicole, en Canadá, que, caprichosa, es incapaz de
valorar la libertad que disfruta en un país libre. Sus vidas se entrecruzan
(¡no quiero hacer spoiler!) y es en este relato donde la narración pierde
credibilidad. La historia de salvación de las dos chicas resulta un tanto
chocante y hay detalles (como cuando Nicole tiene que aprender defensa
personal, que luego le viene "divinamente" para solucionar un
problemilla) que atentan contra la suspensión de la incredulidad.
En una entrevista que
dio a la CBS, M. Atwood cuenta que la única condición que puso a los guionistas
de la serie El cuento de la criada,
fue que todo hubiera ocurrido alguna vez. Ella misma insiste en que cada
atrocidad ha ocurrido en algún sitio del mundo. Esto es así en Los Testamentos en la historia de la
detención de las mujeres que cuenta tía Lydia y en el relato de la red que se crea entre Gilead
y Canadá para sacar a las mujeres de aquel país. Este es un elemento ficticio
basado en otro real, el Ferrocarril Subterráneo, una red clandestina que sirvió
para sacar a los afroamericanos de los estados esclavistas a otros estados de
Estados Unidos o a Canadá, como cuenta Colson Whitehead en una magnífica
novela de 2016 así titulada.
Margaret Atwood es
una escritora reconocidísima en el mundo anglosajón (más de 60 libros
publicados, más de 8 millones de copias
vendidas de El cuento de la criada...) es una mujer reconocida y
conocida, que a pesar de su edad usa como nadie las redes sociales y los medios
de comunicación. Esta condición le ha servido para defender causas como el
medio ambiente, la democracia, la libertad individual.... Sobre esto vuelve a
insistir en su libro, la importancia de la lectura y la escritura ( a las
mujeres, excepto a las Tías, no se les permite aprender; es otra forma de
control sobre ellas) como fuente para alcanzar el conocimiento, la verdad, y
por tanto la libertad. Se le ha preguntado si el libro es una advertencia...
puede leerse como una advertencia desde mi punto de vista.


A nadie se le escapa que el traje de las Criadas tiene un gran parecido con el de las mujeres de los Puritanos que llegaron a Estados Unidos huyendo de la persecución religiosa en Europa. La propia autora recuerda que se inspiró para crearlos en un producto de limpieza de su infancia donde se ve a una mujer con un vestido largo y cofia blanca. Hoy en día este traje ha servido para llevar a cabo numerosas protestas feministas.
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