lunes, 14 de octubre de 2019

Máquinas como yo (Machines Like Me), de Ian McEwan


"La utopía de Adam enmascaraba una pesadilla"


         La última novela publicada en español (en septiembre acaba de ver la luz  The Cockroach) de Ian McEwan se sitúa en un mundo alternativo (al igual que hace Philip Roth en La conjura contra América, en lo que se ha dado en denominar ciencia-ficción especulativa). En este 1982 Margaret Thatcher está en el poder y tiene que sufrir la derrota de Inglaterra en la Guerra de las Malvinas, Tony Benn, el líder de la Oposición, se convierte en el Primer Ministro que sacará a Inglaterra de la Unión Europea (¿Jeremy Corbyn?), John Lennon está vivo y Los Beatles están juntos, los coches sin conductor han triunfado y se ahorca en Trafalgar Square a un remedo de androide en una revisión de la venganza de los Luditas entre otras muchas novedades.
         Charlie Friend, de unos treinta años aproximadamente, es un antropólogo que apenas se gana la vida jugando en el mercado de divisas online. Desde el principio reconoce tener debilidad por los robots, los androides, y eso explica que se gaste toda la herencia de su madre en conseguir uno, un hermoso Adam (las Evas se habían acabado). No es menos importante en su decisión saber  que Alan Turing, que ha participado en su diseño, tiene otro. Y sí, Alan Turing vive en este mundo alternativo, donde convive felizmente con su novio y con el que llega a mantener una intensísima conversación acerca de la Inteligencia Artificial.
         Alan Turing se hizo famoso en vida por descifrar Enigma, el código secreto de los Nazis en la Segunda Guerra Mundial. Además fue un gran físico y matemático que puso los cimientos de la Inteligencia Artificial. El test de Alan Turing, que serviría para demostrar si las máquinas  pueden pensar, ha servido de inspiración a muchas películas de ciencia ficción, desde el famoso test de Voight-Kampff (más avanzado) en Blade Runner a la más reciente Ex-Machina de Alex  Garland.
         Volviendo al libro, Charlie está enamorado de Miranda (Sí, una referencia a La Tempestad; habrá más), su vecina del piso de arriba. Cuando ésta conoce a Adam comienza la historia verdaderamente. Un menage à trois sorprendente, a veces divertido, que da pie a que disfrutemos del legendario ingenio y astucia de McEwan a la hora de construir un relato. Puedo entender que a alguien no le haya gustado el libro, pero aún así habrá de coincidir conmigo que nunca terminamos una novela de McEwan sin saber algo más; y es que las preguntas que plantea, el debate que procura y las dudas que levanta son sello de la casa (y si no, baste recordar las últimas, Cáscara de nuez o La ley del menor). Además el argumento es de lo más ingenioso, la inocente Miranda resulta no ser tal, algo que el superdotado androide sabe antes que nuestro protagonista. Esto favorece el suspense y acrecienta, junto con otros detalles, la sensación del protagonista de no estar a la altura. Los celos, la envidia, el rencor que siente no son sino consecuencia de este sentimiento de inferioridad. Como el propio Alan Turing había dicho:
         "Nos gusta pensar que el hombre es, en una forma sutil, superior al      resto de la creación. Es mejor si puede ser mostrado como necesariamente superior, porque entonces no está en peligro de         perder su posición dominante"
El pasado de Miranda, un niño abandonado, un padre con Alzheimer...No quiero desvelar el argumento, pero sí destacar el hecho de que la humanidad de Adam se hace cada vez más patente a medida que el libro avanza; gana en humanidad, pero también en perfección, en  virtuosidad moral, en lógica... de modo que al mismo tiempo resulta más inhumano. Y esta parece ser la reflexión con la que el autor parece querer terminar: son nuestras imperfecciones las que nos hacen humanos.
¿Y qué ocurre con Adam? Os voy a dar una pista. Me basta con unos versos de su amado Shakespeare (¡no ha podido McEwan evitar dotarlo de su misma debilidad!):
         "Time hath, my lord, a wallet at his back,
          Wherein he puts alms for oblivion"
Oblivion, el olvido, esto es lo que le preocupaba. ¿Nos suena?

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